Hace ya muchos, muchos años que no había películas de tan alto nivel nominadas a los Premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Quizá la alegría dure poco, pero hay que disfrutarla. Y el pronóstico parece bastante claro aunque hay algunas categorías en las que la lucha se da en las alambradas. El Oscar, este año, surge con un grito de batalla desde las mismas entrañas del cine.
Para la categoría de mejor actor parece que no hay ninguna duda. Ganará Joaquin Phoenix por Joker. Al principio de la temporada de premios parecía que se desinflaba su candidatura, pero sería injusto que se la dieran a cualquier otro, por mucho que nos gustase que Antonio Banderas subiera a recoger al calvo de oro. Phoenix hace una auténtica demostración de recursos en la piel de ese hombre que se hace malo por humillación y que, en el fondo, levanta pasiones porque todos los ciudadanos de a pie se sienten así. Con esos mimbres, es muy difícil fallar.
En la categoría de mejor actor secundario, Brad Pitt por Érase una vez en Hollywood parece que también es una opción clara. El mérito de su interpretación en la película de Tarantino es que intenta ponerse a la sombra del añorado Steve McQueen, no sólo en cuanto a formas y maneras, sino también en lo cool que parece exudar en su personaje. Joe Pesci parece que se pone en segundo lugar por El irlandés, pero Pitt, en sí mismo, ha traído el sabor de una época que parecía olvidada.
Como mejor actriz, la Academia optará por el impresionante tour de force que hace Renée Zellweger en Judy. Su mimetización es total y copia físico y gestos, sin dejar de traspasar la idea de que la gran Judy Garland nunca estuvo bien del todo. Todas las demás candidatas parecen muy lejos y lo de Renée no deja de ser un regreso después de una carrera vacilante que no llevaba a ninguna parte. Aunque su imagen siempre es algo errática, la actriz tiene talento de sobra y aquí lo demuestra.
Entre las nominadas como actriz secundaria, parece muy nítida la apuesta por Laura Dern en Historia de un matrimonio. Su papel de devoradora de leyes en pro de su cliente en un proceso de divorcio puede que no sea más que una continuación de lo que ha venido mostrando en la serie Big little lies, pero es una actriz competente, que le ha puesto carnaza al personaje y que llega a ser atractivo y rechazable a partes iguales.
La virguería técnica de Sam Mendes le proporcionará el segundo Oscar al mejor director por esa maravilla que es 1917. Y una de las enorme virtudes que contiene es que ha prescindido del croma para narrar la historia de estos soldados que llevan un mensaje vital más allá de las líneas enemigas. Además de eso, el hecho de contarlo todo en un falso plano secuencia no cansa, algo que no está al alcance de todos. La sobriedad es la marca de la película y Mendes ha logrado una grandísima película que será un clásico de aquí a unos pocos años.
Dicho esto, es fácil creer que la mejor película del año ha sido 1917. Lo es sin ninguna duda. Y es doble el mérito porque detrás tiene otras películas que podrían haber sido las ganadores en cualquiera de los últimos años como El irlandés, de Martin Scorsese (al fin y al cabo, depositaria de una forma de hacer cine que ya no volveremos a ver), o Érase una vez en Hollywood, de Quentin Tarantino y que surge como la particular venganza de un cinéfilo irredento hacia quienes arrebataron el sueño y la fascinación de las últimas bocanadas de un cine no exento de encanto.
Las categorías más competidas pueden ser las de mejor guión. En el adaptado, es posible que sea Joker la ganadora aunque el mítico Steven Zaillian, uno de los guionistas más reputados del cine contemporáneo, tiene sus opciones por El irlandés. En el original, es muy posible que el elegido sea Bong Joon-Ho y esa inquietante película que llega a ser Parásitos aunque, personalmente, preferiría que la estatuilla se la llevara Quentin Tarantino por Érase una vez en Hollywood.
Daríamos un grito de alegría por el triunfo de Pedro Almodóvar por su particular Ocho y medio sentimental con el título de Dolor y gloria. También lo merecería en cualquiera de los años que nos rodean, pero aquí sí que parece muy claro el triunfo de Bong Joon-Ho por Parásitos, esa versión moderna de El sirviente, de Joseph Losey, que ha encantado a medio mundo por esa extraña mezcla de comedia negra, suspense y drama que funciona bastante bien a todos los niveles, aunque no sea tan gran película como algunos se empeñan en ensalzar.
La solución, el domingo 9 de febrero. No importa demasiado quién gane. Lo más importante es celebrar un día de fiesta del cine que resulta particularmente indicado porque, desde las trincheras a la Mafia, desde el cine a las mujeres, desde la fantasía infantil hasta el divorcio, ha sido un año que merece todos los brindis.
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