Nuevamente, el enemigo es esa máquina del infierno que puede combinar millones de cálculos previstos para manejar todas las posibilidades y, aún así, seguir con sus metas de maldad fría y disparatada, aunque según el devenir de estos tiempos diabólicos, cada vez más probable. Tendrá que echar mano de todos aquellos que le han venido apoyando en su penúltima aventura y tendrá el añadido de algún viejo conocido que nadie espera porque se quedó clavado para asumir un destierro. Algo de oscuro tiene esta aventura del señor Hunt. Debe arriesgarse al máximo, manejando un tablero de ajedrez en el que la velocidad es vital, el tiempo sigue machacando con su impertinente caer de segundos y todos quieren controlar esa inteligencia cibernética que es mejor que, simplemente, desaparezca. ¿Mejor para quién? ¿Mejor para qué?
En estas últimas y levemente desesperanzadas aventuras del señor Hunt, Tom Cruise realiza un homenaje en toda regla al personaje. Alguien que, de alguna manera, ha marcado a generaciones que han crecido viendo cómo se enfrentaba al aún más difícil con una entereza y una decisión que le obligaba siempre a tomar decisiones extremas. ¿Y qué es una persona sino la suma de todas sus decisiones? Eso es lo que define a Ethan Hunt, un héroe que ha ido más allá de lo imposible para colocarnos en el primer plano de la acción más trepidante, con una saga que, a excepción de la segunda entrega, se ha colocado, tal vez, como la mejor de todos los tiempos por su ritmo endiablado, sus problemas insolubles, su continua advertencia sobre los malvados posibles y probables y su increíble resistencia a un mundo que, sencillamente, no le merece. Por eso, Ethan Hunt debe desaparecer una vez más entre la multitud, llevándose todos sus secretos y sus anhelos, sabiendo que hizo lo que debía, destilando cariño a todos aquellos que han sido su soporte y su defensa. Hasta la vista, señor Hunt. Y gracias. Volveremos a verle en futuras revisiones y, con toda seguridad, alguien recogerá el testigo dentro de algunos años para volver a acompañar a dos o tres generaciones más por los andares de la estúpida evolución humana.
El resultado es una película que maneja admirablemente el suspense por encima de la acción. Se nota que hay un trabajo especialmente cuidadoso en la narración de las acciones paralelas, con ideas originales y atrevidas. Por el lado negativo, podríamos anotar que no hay interpretaciones, sólo acciones. Incluso Tom Cruise que es un actor más que solvente, no tiene ninguna escena en la que demostrar su sabiduría dramática. Aún así, la música de Lalo Schifrin en ese insano compás de cinco por seis mientras nos dice con el ritmo en código Morse las siglas M-I ya se ha quedado para siempre en nuestra memoria física y sensitiva. Al fondo, muchos secundarios de enjundia, escenas mágicas repartidas en distintas entregas, aquí, incluso, podemos destacar un par de ellas. Nuestra emoción se ha adherido a los fotogramas de esta cédula de espías que siempre tienen que cortar cables, mirar el cronómetro, acabar con el ladino malvado de turno y rebelarse contra un sistema que nunca dejó de tratar a nuestro señor Hunt como un mercenario. Hasta la vista, señor Hunt. Nunca podremos olvidarle.
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