Pastillas para soñar - Berenjena Company

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3 oct 2019

Pastillas para soñar


El aburrimiento es la antesala de la nada... Y la nada no nos complace. Tendremos que medicarnos con unas cuantas píldoras de Rubifén (la mejor pastilla para soñar despiertos), que al parecer nos alejará de la neurastenia, la pasividad, la desafección vital y en definitiva, de no hacer nada. Pero quizá acudir a una droga legal como esta, no sea el remedio más acertado si queremos dejar atrás el aburrimiento. Para ello ya tenemos el teatro...

Y teatro del bueno, del que te deja clavado en la butaca, del que te apasiona porque lo que ves en el escenario es la pura imagen de la actuación. Teatro del que te hace soñar sin pastillas, sin drogas, porque no hay mejor estimulante que la de ver a dos intérpretes en estado de gracia, que hacen fácil lo que es tremendamente difícil y que termina por ahuyentar el aburrimiento durante una hora y cuarto que se hace excesivamente corta.

El insólito caso de Martín Piché es el ejemplo perfecto que resume lo que acabamos de explicar. Otra propuesta de Txalo Producciones (ya vimos y degustamos Héroes u Obra de Dios), que maneja un humor mesurado, ofrecido en pequeñas dosis pero que funciona porque no pretende avasallar con la risa pero sí buscar la efectividad de unos personajes a los que coges cariño en cuanto ponen pie en el escenario. Juan Carlos Rubio dirige una función limpia, sin efectismos pero con un estupendo trabajo actoral a cargo de Juan Gea y Chema Rodríguez-Calderón. Rubio pone el entramado de una función por la que ambos actores se manejan con desenvoltura en un implacable toma y daca de réplicas y contrarréplicas que funciona a las mil maravillas y que permite que la narración no decaiga en ningún momento. El teatro debe ser dinamismo y este montaje cumple al cien por cien con esta máxima. Recuerden: el público no debe aburrirse. Para ello, ya tienen las sucesivas repeticiones electorales.


Indudablemente, El insólito caso de Martín Piché es una obra donde los actores están para lucirse... si lo hacen bien. Sino puede ser un calvario para la audiencia... y para el propio intérprete. Sin embargo, la compenetración de ambos es maravillosa, su adaptación a sus personajes portentosa y la complicidad realza en grado sumo un montaje que busca lo que ofrece: el teatro desnudo, sin aspavientos, el diálogo franco, sin complejos de dos actores en unas tablas y delante de un público.

Al final, el aburrimiento desaparece. Por buscarle cierto sentido social al texto de Jacques Mougenot, la banalización de nuestra propia vida (un ser que se aburre y que busca remedio, cuando hay tanto por hacer en este mundo), puede ser el mensaje central, pero nosotros nos quedamos con uno mejor: fuimos al teatro, vimos a dos excelsos actores y lo pasamos fenomenal, tanto que hemos dejado de tomar Rubifén.

Fotos: @zuhmalheur
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