Palabra de Dios - Berenjena Company

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19 mar 2018

Palabra de Dios


-Te adoramos señor... Te adoramos por contarnos la Verdad, así con mayúscula grandota. La Verdad de tu obra, que no es sino la más perfecta de las creaciones. Una y trina.... Trinaranjus... Espera, espera, que me he liado. Es que a ver, esto de la religión como que lógica no tiene mucha, ¿no?

-No, pero como es la Palabra de Dios, hay que creerla.

-¿Por qué?

-Porque sí. Lo dice Dios y Dios es Dios.

-Ah... No lo entiendo.

-Tú haz como que crees y ya.

El ser humano es algo maravilloso. Es capaz de inventarse un ente para dar una explicación poco convicente de por qué -a su vez- ha sido creado por ese mismo ente. No me digan que no es algo divino. Lo es y punto. Dogma de fe. Créanselo. No hay más...

Pero es lógico que ustedes tengan ciertas reservas, algunas preguntas, someras dudas que plantear cuando se trata de analizar fríamente, al espejo de los datos objetivos, todo el asunto (trivial) de la Creación y de todo lo que la religión trae tras de sí. Quizás si nos ponemos estupendos y trascendentes, acabemos montando una guerra santa, pero si lo tomamos con humor, puede ser mucho más fácil. Eso es lo que pensó David Jaberbaum al escribir Obra de Dios, un montaje exitoso en Broadway que ha traspasado fronteras y que en España lleva dos años de gira gracias a una fantástica adaptación de Tamzin Towsend, Chema Rodríguez-Calderón y Mariano Peña. Precisamente, los dos últimos junto con Bernabé Fernández forman parte del trío de actores que lleva el peso de la función, aunque para hablar de pesos pesados nos tenemos que referir al intérprete que hace las veces de Dios. Mariano Peña es el encargado de conducir con soltura un papel que le viene como anillo al dedo. Dotado de gracia infinita, de sobriedad interpretativa (un personaje que puede darse fácilmente al histrionismo, está muy bien atemperado) y le secundan con eficacia, presteza y salero divino, Rodríguez-Calderón y Fernández, ambos arcángeles; uno muy fiel y el otro, un tanto díscolo y preguntón.

El cuasi monólogo de Peña avanza por desmontar tópicos con humor y claridad de ideas. No se equivoquen. No es una comedia desmadrada. Es un texto con amplias cargas de profundidad, con mucho donde rascar porque aunque el cariz de comedia que pasea por toda la obra haga de este espectáculo algo muy agradecido de ver, sales con la sensación de que te han cogido por las solapas y te han dado un baño de realidad. ¿Es que el ser humano es estúpido? ¿Es que se ha creído su propia creación? ¿Hemos inventado un ser para que se haga cargo de nuestras culpas como hijoputas que somos? Obra de Dios es un renovado catecismo de moral y de comportamiento humanista. No busca sentar cátedra, no quiere imponer dogmas. Persigue la liberación mental, el huir de presidios mentales. Pelea para que por encima de todo, la palabra que tenga más fuerza sea la nuestra, la del esfuerzo personal. Y con eso, poca broma, que estamos hablando de algo muy serio.

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