El matrimonio Warren ofrece una última aventura que, de algún modo, está íntimamente conectada con sus inicios. El demonio, en sus planes infernales, debe cobrarse las víctimas que tiene previstas. Si no es así, regresará para cuadrar sus cuentas y no dudará en utilizar cuantos cebos sean necesarios para que sus enemigos se acerquen a sus dominios. Los Warren comienzan a tener una edad y los achaques comienzan a aparecer. Su hija ya es casadera y su museo de objetos malignos está pidiendo echar el cierre a gritos, y nunca mejor dicho.
Con esto, podemos decir que tras una segunda parte en la que no parecía estar demasiado cerrado el guion y una tercera en la que se pintaba una cierta desgana a la hora de causar algún que otro escalofrío, esta cuarta parte de las desventuras del matrimonio que es la pesadilla del maligno no está nada mal. Acude a ciertos efectos ya sabidos, pero sorprende en algunos otros. Causa sobresaltos y reina una inquietud muy saludable porque hace tiempo que el cine de terror no ofrece lo que promete. El resultado es una película aceptable, que tiene momentos de escalofríos bien pensados, con un desenlace que acaba por ser bastante coherente con el resto de la película y, eso sí, tiene un par de saltos que trata de esconder debajo de la alfombra para contar con cierta complicidad basada en los menos avezados.
Sin duda, ya se notan los años en los rostros de Patrick Wilson y de Vera Farmiga aunque aún resultan creíbles como el matrimonio acérrimo enemigo del diablo. La ambientación en los años ochenta es bastante correcta y, en esta ocasión, la dirección de Michael Cera resulta mucho más ajustada que en la tercera parte, que parecía atacada de apatía. Mientras tanto, uno se posiciona dentro de esas casas en las que parece que se asienta una armonía familiar de rutina ansiada, con sus cenas a la luz cálida de una mesa en la que se reúne toda la tropa y se pregunta si Lucifer quiere clavar sus garras precisamente en esos hogares en los que hay un lejano ensayo de felicidad.
Así que, vayan con cuidado. Cuando todo está más tranquilo, es cuando pueden aparecer los problemas y lo que estaba bien, se vuelve siniestro. Lo que daba la impresión de ordenado, se vuelve puro caos. Y todo ello niebla la supuesta visión de un futuro que siempre se acomoda entre las rendijas del deseo. Y también habrá desgracias para aquellas personas que, de un modo u otro, nos han acompañado en otras aventuras. Lo que sí parece seguro es que no habrá más aventuras de los expedientes de los Warren. Hay epílogo escrito, hay una especie de reencuentro en una escena final que recuerda que Belcebú no está en todas partes y hay un pequeño ceremonial de paso de testigo para que pueda haber un supuesto relevo si la taquilla hace su función. Eso sí, con intérpretes menos carismáticos y. a buen seguro, con historias menos cerradas con alguna que otra concesión al terror juvenil, como ya se ha hecho con la franquicia empezada y apadrinada por James Wan.
No lo olviden. Detrás de una puerta, en el traicionero reflejo de un espejo, en ese rincón de nuestra casa en el que nunca da la luz, en un cristal que proyecta una imagen, en una pared a propósito para escribir consigna con una tiza… ¿No notan una terca sonrisa en la penumbra que murmura un nombre?
No hay comentarios:
Publicar un comentario