El caos y la desesperación (Expediente Warren: Obligado por el demonio) - Berenjena Company

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5 jun 2021

El caos y la desesperación (Expediente Warren: Obligado por el demonio)


De todos los enemigos de la penumbra, el Diablo es el más escurridizo y el más listo. Para enfrentarse a él hay que tener un corazón fuerte y una voluntad de hierro. La determinación será un arma definitiva porque una de sus tácticas preferidas es el desgaste hasta la locura. Y, de nuevo, tenemos al matrimonio Warren haciéndole frente sin descanso. Todo comienza con un exorcismo. Todo termina con la purificación. Entre medias, lo tenso y un uso poco corriente de la lógica será la contraseña. Al diablo, ni agua.


Y es que, en esta ocasión, duele especialmente como el príncipe de las tinieblas se introduce en cuerpos inocentes, obligándoles al infierno en vida, cegando su visión y manejando sus voluntades hacia lo sobrenatural. Se crean puentes imposibles basándose en hechos que no son demasiado convincentes, pero, aún así, se sigue a los Warren igual que unos fanáticos del deporte. Quieres que ganen. Quieres que ganen definitivamente. Quieres que ganen definitivamente al peor de los rivales.


Vera Farmiga, en esta ocasión, supera con creces el trabajo de Patrick Wilson. Está mucho más al borde del abismo, coqueteando peligrosamente con el otro lado y colocándose en el lugar de los propiciadores y de las víctimas. Sabe que todo es obra de un conjuro que invoca la presencia etérea y discutible del demonio y le hace frente no sólo con valentía, sino también con la lágrima y el sufrimiento. En este tercer expediente, los sustos bajan de intensidad en beneficio de situaciones más alargadas aunque hay dos o tres que merecen la pena. Se trata de enfrentarse cara a cara con Lucifer. Y, normalmente, va de frente así que es mejor que el combate sea muy directo.


Por supuesto, no faltan los ejercicios de contorsiones imposibles tan extraordinariamente típico del cine de terror o sobrenatural de los últimos años, homenajes muy evidentes a El exorcista, de William Friedkin, viajes bañados en sangre, condenas que, bajo la razón humana, no se pueden evitar y obsesiones que buscan su descanso. Quizá, si alguien se lo pregunta, es el peor de los expedientes, pero se acepta sin dificultades, no tiene tantos retorcimientos en la batalla contra el malvado y también existe la seguridad de que, en medio del caos y de la desesperación que siembra Satanás, la mejor solución, la única solución es el amor. Sí, es eso que tanto se escapa por las rendijas de nuestra carne y que, en la mayoría de las ocasiones, no sabemos reconocer y que no es, ni mucho menos, nuestra debilidad. Todo lo contrario. Es nuestra fortaleza.


Así que volvamos a la habitación de los recuerdos del matrimonio Warren, mantengamos la seguridad de que, de alguna manera, el demonio existe y se mueve entre nosotros, no bajemos la guardia. Puede que, en algún momento, nos obligue a hacer algo que no forma parte de nuestra forma de ser. Si es así, es mucho más fácil de reconocer. El conjuro que lo hace presente debe ser quebrado definitivamente. Y eso sólo lo podremos conseguir si mantenemos la mente firme y clara, el corazón latente, la voluntad incólume, la mirada limpia y la fuerza intacta. Puede que, en algún lugar de nuestra memoria, haya un templete indicándonos el rumbo que jamás tenemos que perder. Y, a partir de ahí, vivir, a pesar de los deseos del demonio, siempre merecerá la pena. Estará escrito en los pliegues de nuestra alma, en las arrugas de nuestra experiencia y en los movimientos de nuestras manos.


César Bardés

Aquí y aquí, las críticas de las dos partes anteriores de Expediente Warren.


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