Aquí, a la vista de los molinos de viento que, con sus aspas, parecen saludar a cualquier mortal sea cual sea su condición, es tiempo de volver la vista a la espalda y asistir a una historia que ponga en juego cuáles son las razones por las que el Bajá de Argel perdonó la vida a Don Miguel de Cervantes a pesar de que cualquier intento de fuga se castigara con la muerte. Y el reo, luchador de vida y de relatos, lo probó cuatro veces.
Desde hace bastantes años, corrieron por los mentideros de historiadores y estudiosos tres posibilidades. El preso era asaz valioso y el Bajá no quiso arriesgar tan oneroso rescate pedido a través de los frailes mercedarios. O bien, el tipo puso en práctica su rica imaginación y su facilidad para contar historias se convirtió en condimento indispensable de la aburrida vida del mandatario. Por último, y ya hace años que ello se comentaba, hubo una relación, cuando menos, cercana entre el autoritario cargo turco y ese soldado de mano rota y cerebro agudo.
Amenábar, Amenábar, moro de la morería, ha decidido contar las tres posibilidades y en ello no se halla ofensa alguna. La supervivencia, vive Dios, tiene caminos inescrutables, tortuosos y, a menudo, llenos de avatares que obligan a realizar actos para seguir alimentando el sueño de volver a España, país de contrastes y villanos corruptos, para contar las verdades de las más diversas formas. Decidme vuesas mercedes si hay algo de malo en ello.
El resultado es una historia que apasiona, respeta al máximo y engrandece la figura de ese príncipe de letras en el que luego se convirtió el soldado de menguada mano y largo ingenio. A pesar de que, en algunos pasajes, parece que cuesta avanzar en la narración, los pelos se yerguen como escarpias cuando se trata de recuperar la libertad, eso mismo que nunca nadie debe arrebatar. O cuando uno de los camaradas del dilecto Cervantes le susurra al oído que vale más que todos los que se hallan en tan delicado trance de cautiverio. Y, por encima de toda la parafernalia, se encuentra un actor que riega con su experiencia y su maravillosa presencia todo este devenir de acontecimientos y que no es otro que el caballero Miguel Rellán. Su mirada dice más de lo que habla, su hablar expresa más de lo que siente, su sentir se eleva por encima de la comprensión. Ese trabajo, voto a bríos, va a dar mucho que escribir por esos rincones de cine y verdad. Por otro lado, bien acompañado se encuentra el tal Rellán porque Julio Peña da vida al soldado y escritor con ansia infinita de vida y Amenábar salpica trama y enredo con algunos apuntes que, más tarde, servirán para dar idea y forma a las letras que tanta diversión y arte ha proporcionado en la cultura y el carácter español.
No es baladí esta historia, no. A vuesas mercedes dejo el juicio final sobre todo lo que cuenta porque, sin ahorrar en elogios, ni escasear en críticas, también hay que destacar al ladino Fernando Tejero porque, amigos, allá donde había un español, inevitablemente, topaba con la Iglesia. Así que, no se preocupen, abandonen los prejuicios que lindan con la estupidez y dejen llevarse de la mano por este contador de historias que fue Miguel de Cervantes, caballero entre caballeros, que tuvo vida desgraciada y poco reconocida, pero que el tiempo y la justicia han colocado en el primer lugar de nuestras letras, conformando, en sus obras, un resumen del carácter hispano, con todos sus defectos, con todas sus virtudes, con todos sus olvidos y con todos sus recuerdos. Al fin y al cabo, señores, eso está al alcance de muy pocos. Por eso, si en el camino tropiezan con unos molinos de viento de esta tierra de piedra y sol, dejen que sus aspas saluden con parsimonia y sonrían. Él sólo deseó que la vida, nuestra vida, fuera un poco más amable.
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