El encierro del saltamontes (Llaman a la puerta) - Berenjena Company

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6 feb 2023

El encierro del saltamontes (Llaman a la puerta)



El saltamontes es un insecto que no establece nido ni marca ningún territorio. Salen a cazar en solitario salvo que deseen aparearse. Quizá, por eso, cuando son encerrados en un tarro de cristal con algunos de sus congéneres comienzan a preferir la quietud, estudiando a todos y cada uno de los especímenes que le acompañan, permaneciendo en un estado que oscila entre la alerta y la posibilidad de formar una comunidad. En ese encierro no deseado, deben tomar decisiones que, a menudo, están penosamente combinadas con el dolor. Ya no pueden saltar y puede, incluso, que lleguen al sacrificio porque la libertad es sólo un espejismo que sólo se puede atisbar a través de un cristal separador.


Puede que, en algún momento de los últimos años, algunos hayan creído que se desataron las siete plagas del Apocalipsis debido a los acontecimientos catastróficos que nos han ido golpeando en la moral y en la lógica. Erupciones de volcanes, pandemias, guerras y, en el fondo, es posible que todo ello haya sido un aviso sobre la falta de amor que vacía nuestras inútiles vidas. Inútiles porque, sin amor, el ser humano puede que no tenga demasiado sentido en su propia existencia. Tal vez algún sacrificio procedente de personas que saben lo que es el amor, que viven lo que es el amor y que sienten todos y cada uno de los días de su vida lo que es el amor sea el tributo a pagar para que haya una tregua entre la Naturaleza y el ser humano. La pregunta sobre ese sacrificio se repetirá una y otra vez, desafiando todas las leyes de la lógica, clavando en la cabeza la sensación de que no hay nada que merezca la pena salvar si no demostramos nuestra capacidad para hacer algo por los demás.


Y los saltamontes se defienden, se revuelven, se niegan, aceptan su destino de insecto, y cantan canciones que no van a tener un momento igual en medio del verano, en algún bosque perdido, cerca de un lago paradisíaco, a la espera de que un milagro se produzca cuando el verdadero milagro, el único milagro, somos nosotros mismos. Mientras tanto, tendrán que soportar la trampa de las manos de algún humano, el encierro en tarros y botes de cristal, mientras preparan el salto nervioso para que todo vuelva a la ansiada normalidad de un mundo que se ha declarado, en demasiadas ocasiones, como eminentemente hostil. Incluso para ellos cuando, en solitario, sólo son unos bichos pintorescos que saltan de hoja en rama buscando el alimento de todos los días.


Hay que reconocer que ésta es una de las películas mejor dirigidas por M. Night Shyamalan aunque carezca de la sorpresa final que tanto caracteriza la mayoría de sus obras anteriores. Con un dominio de la tensión extraordinario y precisando al máximo lo que quiere contar, la historia conserva muchísima fuerza en sus patas traseras, haciendo, de paso, más por el colectivo gay que muchas películas pretendidamente reivindicativas. Sólo en un instante de la trama parece que no hay una reacción demasiado certera, pero se disculpa con facilidad en ese mundo cargado de errores que debe ser salvado a toda costa desde una cabaña en medio del bosque. La película está bien llevada, muy mesurada, con violencia algo desgarrada en algún que otro pasaje y, sobre todo y ante todo, formula un par de preguntas que siempre son incómodas de contestar para cualquiera que tenga corazón, alma y sentimientos. ¿Estaría usted dispuesto a matar por amor? Y aún más allá… ¿estaría usted dispuesto a morir por amor? Intenten responder a esas preguntas y, tal vez, comprendan todo lo que ocurre cuando unos extraños llaman a una puerta con los ojos llenos de lágrimas y el temor sobrecogido en el pensamiento.


César Bardés

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