La luz fascinante (Los Fabelman) - Berenjena Company

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12 feb 2023

La luz fascinante (Los Fabelman)



La sala está a oscuras. Los ojos aún no se han acostumbrado a la penumbra e intentan buscar algún punto levemente visible para establecer sus propias referencias. De repente, de algún lugar, brota un haz de luz que comienza a proyectar imágenes dispuestas a contar una historia, acompañadas de música, o de palabras, o de ruidos de la más diversa procedencia. Y es entonces cuando la magia ocurre, cuando los sueños, de alguna manera, se convierten en un lienzo en movimiento y la vida se deja atrás durante casi dos horas. Ahí, en ese lienzo, se dibujarán todas las heroicidades, todas las villanías, todos los amores, todos los desengaños, todas las derrotas y todos los triunfos. Incluso aquellos que nunca alcanzaremos.


Y ser partícipe de todo eso es una pieza fundamental del engranaje. Cuando el espectador cae presa de la luz fascinante, el cine ha llegado a su meta. A veces, por caminos sinuosos, otras, por emociones simples, pero siempre lo intenta. En algún rincón de una ciudad perdida, un niño va por primera vez al cine y entonces cambia todo. Quiere formar parte de ello porque, desde ese preciso instante, su mirada ya no es normal. Su visión pasa a ser meramente cinematográfica. Sabe por dónde tiene que aparecer un actor, o qué es lo que debe pasar con un choque de una locomotora, o cuál es el tono que debe dar a una aparentemente inocente fiesta playera. En su interior, hierven las historias y quiere contarlas, como buen artista. Y debe aprender, está en la obligación de saber dónde está el horizonte, qué es lo que emociona al público y hasta qué punto una película puede cambiar a algunas personas.


Por supuesto, en su largo camino de aprendizaje, debe probar los vericuetos de la vida. Aquellos momentos de felicidad que se quedan grabados en la memoria al igual que en los fotogramas. Aquellos otros de decepción porque la vida misma se encarga de asestar los golpes de su transcurrir. Aún aquellos otros de derrota cuando las lágrimas son el único consuelo ante un fracaso vital. Su primera pelea. Su primer amor, aunque sea uno de esos que son inevitables porque es lo que corresponde a su edad. Su primera incomodidad. Su primera lección. El cine ha cavado muchas tumbas y ha escondido muchas miserias, pero también ha forjado mejores personas. Ha colocado ideas. Ha consolado sufrimientos. Ha inspirado ideas. Y entre medias, como algo fundamental para quien posee un mínimo instinto de creación, el entusiasmo. Es eso mismo que se pierde con facilidad cuando todo lo que iba bien comienza a ir mal, cuando nada de lo que uno pretende decir guarda ningún valor, cuando la responsabilidad anula el anhelo. 


Steven Spielberg ha dirigido una película sincera, llena de homenajes y referencias, desde La costilla de Adán a El hombre que mató a Liberty Valance, con una maravillosa y certera corrección de plano final para ser coherente entre lo que cuenta y cómo lo cuenta, con interpretaciones extraordinariamente competentes de Michelle Williams, Paul Dano y el chaval Gabriel LaBelle como el joven Sam, con la suave y agradable banda sonora de John Williams y con la seguridad de que ya iba siendo hora de ajustar las cuentas con el pasado que le hizo ser uno de los más grandes directores de la historia del cine.


Y en ese haz de luz que proyecta imágenes, dejando un rastro de luciérnagas rojas o destacando la apolínea figura de un joven arrogante o hablando con un maestro de maestros, tenemos la seguridad de que todo cuenta en la composición de un plano, en una línea de diálogo o en una secuencia que, por algún método que no podemos descifrar, se quedará para siempre en nuestra retina y en nuestro recuerdo. Como dijo una vez un maestro francés que acabó siendo amigo de Steven Spielberg: “Quien ama el cine, ama la vida”.


César Bardés

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