Paula Bilá, la caminante de su camino

Ella buscaba la inspiración y por eso seguía a quien pudiera conmoverla con la música. Buscaba sones, retazos, fragmentos, notas que le pusieran sobre la pista adecuada. No quería equivocarse, pero tampoco quería dejar de experimentar. Ese es el riesgo que existe en toda búsqueda... La búsqueda de un camino en la vida es crucial, es necesario de lo contrario nos encontraremos con la desilusión y el fracaso.

Cuenta la historia que ella transitó senderos de muy diversa condición. Al principio eran pedregosos, difíciles de caminar pero no tenia la experiencia suficiente para sortear las dificultades. Tras escuchar de forma concienzuda a los que otorgan buenos consejos y enseñanzas, tomó otros trayectos que empezaron a darle la confianza absoluta en sus posibilidades. Dejó atrás la bisoñez y entraba en una fase de aprendizaje autoconsciente. Fue llenando la mochila de muchas y buenas experiencias. Una carga que no pesaba sino que por el contrario, hacía su transitar mucho más liviano. Lo difícil estaba hecho. Esa es la historia de una soñadora con los pies en el suelo y con una voz propia. Es la historia de Paula Bilá.

La chiclanera volvió a su tierra hace algunas fechas para hablarnos de esos caminos, para cantarnos sobre su evolución, para hacernos disfrutar con un ramillete de canciones donde demuestra que se ha convertido en la caminante de su propio camino, el que ella ha elegido, el que ella se ha labrado a base de años de un trabajo incesante en buscar su propio ser, su propio sonido... o sonidos. Porque Paula Bilá ya no es la niña que se fue a Irlanda y se traía en la funda de su guitarra sones celtas. Por el camino se ha encontrado con diversos protagonistas y ha ido inspirándose, ha ido tomando de aquí y de allá, para materializar un corpus sonoro lleno de firmeza y de matices. Canta ya en español con la seguridad que anteriormente solo se lo daba el inglés. Y son en esas canciones en nuestro idioma en los que alcanza unas cotas altísimas de lirismo y de belleza. La delicadeza de composiciones como La ilusa u Opiniones calladas dan buena fe de ello. 

La carrera de Paula Bilá ha entrado en una nueva fase del camino en el que busca la experimentación constante en sus letras, en su parte vocal y también, obvio, en lo musical. Ritmos contrastados, mucha certeza a la hora de componer y una contagiosa alegría en algunos temas que combina a la perfección con toda la música que ha mamado desde pequeña y en los albores de su carrera. Queda hueco para la denuncia social, para los requerimientos más básicos y esenciales del ser humano como el amor o el dolor, pero Paula Bilá ha destapado el tarro de la alegría y en cada concierto nos infecta con canciones realmente golosas como por ejemplo Soledad junto a Las Mónicas. Canciones reconocibles y con un punch que hace que con pocas escuchas comienzas a tararearlas.

No seríamos juntos si no alabáramos también la labor de la banda de acompañamiento de Paula. Sobre el Teatro Moderno de Chiclana vimos a unos músicos conjuntados y que perfectamente arropaban a la solista, otorgando al concierto un toque de distinción con el contrabajo de Joan Masana, con el ritmo marcado de David León a la batería y con los contagiosos riffs y punteos de Linus Eppinger a la guitarra.

La caminante prosigue su andadura. No nos cabe duda que seguirá encontrándose en su trayecto con más influencias, con más sabiduría y con más razones para seguir alcanzando los corazones de la gente. Nosotros estaremos al final del sendero para comprobarlo.