Los beneficios también sonríen (El buen patrón) - Berenjena Company

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16 oct 2021

Los beneficios también sonríen (El buen patrón)



Quizá no haya ninguna duda de que, detrás de esos intentos de amistad y de ese ensayo de paternalismo algo irritante que exhiben algunos empresarios, siempre está la sonrisa del dividendo. Todo por el bien de la empresa que, al fin y al cabo, es la casa de todos y el lugar donde confluyen los intereses de unos y de otros. Eso también incluye el hecho de que hay importantes vueltas de tuerca atribuibles a las personas bajo su mando. Lo que comúnmente viene siendo la sempiterna tocada de narices, por no decir algo peor.


Y esa imagen de razón, de comprensión algo forzada, de tiempo perdido en beneficio de un mejor y mayor rendimiento, tiene un límite. Llegado determinado momento, el poseedor del capital irá a la raíz del problema y tratará de ponerle fin como sea, aunque tenga que tragar sus raciones de cesión, también por no decir algo peor. Claro que, en muchas ocasiones, él mismo se lo busca. Menos amistad, menos paternalismo y más justicia porque la erótica del poder esconderá todos los sentimientos. Los de los subordinados y los suyos. Y esa represión nunca es buena. Lo dicen las horas echadas en busca de un euro más, o de un reconocimiento más, o de una buena porción de vanidad.


El director Fernando León de Aranoa no desaprovecha la oportunidad para que siempre se tenga la sensación de que, tras esa máscara de amabilidad, tras esa búsqueda desesperada de la palabra adecuada para cada situación, existe un cinismo que bordea lo pecaminoso. Para ello, cuenta con la colaboración de un Javier Bardem que resulta divertido en algunos momentos y que se acerca peligrosamente a los registros de un Anthony Quinn moviéndose por trechos incómodos y convincentes. En algún momento parece que se entretiene en asuntos sin demasiada importancia, pero el conjunto no deja de ser una especie de tragedia con una cuenta de explotación cómica. Y es que la tensión empresarial por ensanchar el horizonte de los resultados a través de subvenciones y prebendas es muy tentadora en determinadas circunstancias.


Así que más vale hacerse valioso de alguna manera porque, si no es así, cualquiera puede convertirse en un elemento prescindible. Y a veces, incluso, en un estorbo. Por el camino habrá alguna que otra treta para extraer información, perplejidad a raudales porque, muchas veces, se oye la misa a medias y, desde luego, un buen puñado de versiones de hechos tergiversados que siempre juegan a favor del más poderoso. Eso sí, sin dejar de tomar unos cuantos gin-tonic, un cafetito de vez en cuando y  alguna juerga a cargo del presupuesto. Los dividendos son así de caprichosos. 

La música interpretará un papel fundamental en la función porque la realidad, sin melodía, es sólo el oficio de protestar en balde. Las balanzas deben estar calibradas, equilibradas y dispuestas, aunque escondan algún que otro proyectil y más de un defecto del siempre veleidoso devenir empresarial. Son muchas voluntades encontradas y los fallos sólo se permiten hasta cierto punto. Y que cada uno se apañe como pueda, señores. Sólo faltaría que, además de pagar un sueldo, y seguros sociales, e impuestos de renta y de sociedades, también haya que ocuparse de los problemas personales de cada uno para que vayan contentos a trabajar. Dentro de una familia, todos van encantados de la vida, porque se crean vínculos muy fuertes. Todos los que emanan del artículo treinta y tres.


César Bardés

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