La libertad de los afligidos - Berenjena Company

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14 jul 2021

La libertad de los afligidos



No he podido escribir esta reseña tras terminar de ver Miguel de Molina al desnudo porque tenía un nudo en la garganta y la lágrima a flor de piel... Lo he tenido que dejar aparcado unos días y rumiar lo que tenía que escribir. Una vez repuesto, vamos al lío...


Mira que no soy amante de los monólogos, pero lo que Ángel Ruiz hace en este montaje dirigido por Félix Estaire está en otra dimensión. Para empezar, desde que Ángel aparece por el escenario, ya empiezas a ver a Miguel. Ahí acaba el actor y nace (y crece y casi que se reproduce) un personaje grandilocuente, inmenso, lleno de tribulaciones y de historias, presa del amor y del humor, de la parte risueña de la vida y de la más mísera. Todo lo vivido y todo lo pasado por Miguel de Molina en hora y media escasa que como decía un amigo mío "si me ponen dos horas más, son dos horas más de disfrute".



La puesta en escena sencilla, una iluminación sin grandes alharacas, un acompañamiento musical al piano maravilloso a cargo de César Belda y apenas escenografía. No hace falta. Todo lo llena Miguel. Su voz, que se balancea de los graves a los agudos acompañando la travesía sentimental de un personaje que es oro puro. Sus miradas, desde la picarona y seductora a la ilusionada pasando por los ojos tristes más tristes que ha visto este humilde crítico en un escenario. Unos ojos que hablan, que cuentan, que callan, que cantan, que susurran, que enamoran... Los ojos de un artista libre.



Y la narración avanza y retrocede con una simplicidad y una verdad que asustan. La libertad y la verdad que rezuman las palabras de Miguel, tesoros mal vistos en una sociedad de falsos, de sepulcros blanqueados, de canallas oportunistas, de odiadores profesionales. En los años 30 y noventa años después. Debe ser la libertad de los afligidos, tan frágil que asusta, incluso en la boca de un hombre libre, de un artista sin tapujos y que hablaba sin medias tintas. Lo políticamente correcto lo tenía chungo con Miguel.



Cuenta las cosas Miguel con la emoción del sufrimiento. Del que ha pagado un alto precio por vivir como ha vivido y como ha querido. Miguel se enciende cuando el maestro al piano le enseña el camino para desplegar su arte. Y empieza a cantar y el mundo se ilumina. La bien pagá, Ojos verdes, La agüita del querer... La risa aparece en el rostro del público, las lágrimas se secan y la vida triunfa... Pero Miguel tiene un corazón tan grande que alberga dolor. A veces lo saca y ahí es donde nos destruye, porque todos acompañamos a Miguel en sus palizas, en su destierro, en el asesinato de amigos a manos de los que hoy son defendidos en un parlamento por ciertos partidos. Las lágrimas de Miguel describen la Historia de España y nos vemos reflejados en ellas.



Termina Miguel de Molina de desnudarse íntimamente. El público le agradece el esfuerzo de venirse hasta esta época tan zafia en la que nos toca vivir y en la que él está de paso para dejarnos el mensaje de los afligidos frente al de los poderosos. Un mensaje de pasión vital, de alegría frente al desencanto, de lucha incansable... Y firmamos con él para hacernos paladines de la causa.


La música cesa y las luces se apagan. Se despide Miguel de Molina y vuelve a aparecer Ángel Ruiz, un actor superlativo que durante hora y media nos ha regalado un personaje bigger than life, una interpretación/encarnación virtuosa. Una actuación que te quiebra por dentro, que te deja devastado pero en el que siempre sabrás que habrá momento para la música y para la voz de alguien irrepetible. Como lo es el propio Ángel Ruiz. Por cierto, qué bien cantas joío.


Gracias...


Esta crítica se ha basado en el montaje televisivo de la obra teatral Miguel de Molina al desnudo.

Fotos: La Zona Teatro.

Podéis ver el montaje pinchando aquí.




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