Tony elige dejar de vivir. Su compañera ya no está. No hay sentido a una existencia que no va a ser completa. No hay nada que justifique o que aconseje seguir con un camino que ya no va a ser lo mismo. Tony elige dejar de ser porque simple y llanamente, no le gusta ser lo que es.
Mil veces contada pero no tantas veces bien narrada, las historias de muerte y superación personal han llenado tanto la gran como la pequeña pantalla. Netflix ha vivido uno de sus grandes éxitos en los últimos tiempos con una serie (de momento, doce capítulos) que mezcla con sabiduría y simplicidad la comedia con el drama, lo dulce con lo amargo, el nihilismo con la positividad. Y al frente de todo esto, un tipo como Ricky Gervais que se ha desenvuelto con absoluta soltura con una propuesta sencilla y agradable de ver. Una serie, After life, que tras su máscara de producto ligero, encierra verdades y un grandísmo compendio de instrucciones sobre lo que comporta vivir. Vivir con miedo, con soledad, con temor, pero también con alegría, con ilusión, con esperanza. Gervais lo consigue tratando al ser humano de la forma más sensata posible: dándole posos de realidad, sin ocultar, sin impostar. Incluso los personajes más caracterizados (algunos secundarios como el cartero o su compañero fotógrafo), rezuman verdad al final del camino.
After life es, por si no lo sabíamos, la consagración absoluta como creador y como guionista de un Ricky Gervais que va más allá de su imagen de enfant terrible de la comedia. Su personaje, Tony, logra conectar con el espectador porque está bien escrito, bien construido y mejor interpretado. Su agustia es la nuestra. Su esperanza, la de todos.
Habrá temporada tres, porque las cosas buenas merecen tener continuación. Ricky Gervais elige la vida. Y nos elige a nosotros para que la compartamos. Pronto seguiremos el camino. Cheers!
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