La cosa va de humor y pelos agitados. Mezclamos Brave con El día de la marmota en una coctelera y tenemos una de las últimas apuestas de Netflix, Muñeca rusa. No es ningún spoiler, la premisa inicial lo deja muy claro, un personaje de carácter vivaracho que repite el mismo día una y otra vez, una dosis de humor en su justa medida y un desarrollo voluble de la protagonista acorde a la situación mientras todo el alrededor parece permanecer plano e inalterable. Pero, ¿realmente la cosa acaba ahí? ¿Es necesaria esta premisa para juzgar y creernos lo que nos están vendiendo? La respuesta es no. El éxito de Muñeca rusa reside en que, a pesar de que creamos que lo sabemos todo sobre la serie, dada su similitud a otras piezas cinematográficas y que el asunto de los bucles temporales ya esté más que superado, la serie consigue sorprendernos. Los motivos para ello se desvelan en la sucesión de capítulos, apenas unos 8 capítulos, los necesarios para crear una empatía impecable que compartir con el espectador. Lo que sí llega a ser sorprendente son las actuaciones estelares de Natasha Lyonne y Charlie Barnett, las estrellas de este conflicto temporal y... vital.
La cosa va de humor y pelos agitados. Mezclamos Brave con... espera, todo esto me resulta familiar.
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