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La ronda de noche de Rembrandt |
¿Nunca se han parado a pensar en las maravillas de las que es capaz el ser humano? Sí, el mismo que provoca guerras, muertes, dolor, es el que es capaz de crear Arte. Somos caprichosos por naturaleza. Por suerte, tenemos espacios vivos y dinámicos que nos cuentan historias sobre esos seres atrevidos y soñadores que cierto día se pusieron a crear. Y narraron historias de señores y de reyes, retrataron a los poderosos y a los temerosos de Dios. Esbozaron escenas de la vida cotidiana de unos campesinos o buscaron el reflejo de la luz en un bodegón. Cumplieron con celoso detalle los presupuestos de la realidad al querer trasladar a un lienzo todos los pliegues de un vestido o las arrugas de una cara vetusta. Nos hicieron llegar ecos de batallas navales lejanas en el tiempo o esculpieron sobre diversos materiales escenas sagradas o la concupiscencia de un cuerpo desnudo. El arte es sublime, es voluble, es mágico. Y esa magia se encierra por doquier en un lugar como el renovado
Rijksmuseum de Amsterdam, un equipamiento cultural de primer orden, un espacio ordenado, cómodo para el visitante, apetitoso para deleitar los sentidos. Como se precia en todo gran museo, aquí todo es a lo grande: desde las dimensiones del histórico edificio a la gran cantidad de obras expuestas pasando por la ingente cantidad de visitantes que pasean por sus pasillos y salas a diario. Sin embargo, algo de calidez transmite el Rijskmuseum. Una calidez que te anima a deambular buscando la viva luz de los maestros flamencos, la maravillosa armonía de tallas medievales, las raíces de la Historia de Holanda labrada a golpe de esforzado trabajo de comerciantes o de batallas sufridas en la mar.
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La lechera de Vermeer |
No es posible hacerse una idea de la magnificencia del Rijksmuseum en una sola jornada. Este lugar está hecho para visitas cortas, de un par de horas, para dejarte con ganas de saborear más y volver otro día. Paladear a Vermeer con su
Lechera o vislumbrar entre sombras a Rembrandt. Bienaventurados los habitantes de Amsterdam que lo tienen a mano. Afortunados los que lo conocemos y queríamos volver en cuanto pusimos un pie fuera. Salimos de la galería de los milagros, allí donde el ser humano muestra su mejor cara, la que hace que perdure en el tiempo. Gracias Rijksmuseum por existir.
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