Una de las entradas del Van Gogh Museum (Foto: Jan-Kees Steenman). |
¿Qué pensaría Vincent van Gogh si hoy visitara su museo? ¿Se sorprendería de ver qué huella tan magnífica ha dejado en el mundo? ¿Maldeciría su mala suerte en vida o sonreiría por haber trascendido en el tiempo? Probablemente, Vincent se sentaría en un rincón del Van Gogh Museum a esbozar con un simple carboncillo sobre un trozo de papel cómo van pasando miles de personas cada día quedándose impresionados por una vida y una obra sin parangón.
El museo dedicado al genio holandés lo tiene todo para ser una celebración del Arte. La vida del pintor es contada a través de su obra en un recorrido didáctico, ameno y que no agobia por exceso. Tiene este museo el don de saber elegir las obras para cada etapa artística de Vincent; desde sus inicios en el que hallamos rasgos de un realismo social muy marcado (esos estudios sobre los campesinos o paisanos) pasando por obras de mayor hondura dramática (Los comedores de patatas) hasta su descubrimiento de nuevos usos del color y del trazo del pincel. Posiblemente no fuera consciente de que esa evolución en su técnica fuera a inscribirse en un movimiento de vanguardia, pero sí era consciente de hacer algo distinto. Su mundo no estaba preparado para este otro Vincent.
Color, composición, ángulos, perspectivas o ausencia de ellas, trazos, brochazos… La pintura de Van Gogh apasiona porque remueve los sentidos, ya sea en un retrato o en un paisaje (siempre pensaré que Vincent es uno de los grandes paisajistas de nuestra época, solo hay que contemplar el evocador Campo de trigo con cuervos para comprobarlo), ya fuera en un simple par de botas o en su encendido acercamiento a la cultura nipona. Van Gogh escribía su propia autobiografía, no solo en cartas remitidas a su hermano o amigos, sino también a cada pincelada que imprimía para ilustrar una noche junto a un solitario café o mostrándonos su humilde habitación. Todas las vidas de Van Gogh en un museo único en el que se afanan por mostrarnos a un ser humano que un día decidió coger un pincel y contar historias. Nada más. Nada menos.
'Los comedores de patatas' de Vincent van Gogh (1885). Van Gogh Museum, Amsterdam (Vincent van Gogh Foundation). |
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