La vista al otro lado (Cold war) - Berenjena Company

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8 oct 2018

La vista al otro lado (Cold war)


Si pudiera decirte que te quiero con apenas unas notas de música, lo haría, aunque creo que lo llevo intentando desde siempre, desde aquella vez en que me fijé en ti, en tu voz, en tu mirada, en tu pelo. Cuando acaricio el piano, trato de recordar las sensaciones que despertaste en mí cuando te sentía cerca. Fueron días difíciles, de intensa búsqueda, de compases desafinados, de melodías inacabadas. Quizá callé cuando debía hablar y eso me hizo taciturno. Y tú sólo me pedías que, a cada uno de mis movimientos, te dijese que te amaba. Lo hice. Y tú no te diste ni cuenta.

Quise escapar contigo, soñar la libertad a tu lado y tú, simplemente, faltaste a la cita. Tal vez porque el cambio te daba miedo y pensabas que, fuera de este perfecto orden, todo se iba a desbocar, todo iba a cambiar a peor. Y lo único que comprobamos es que no importaba el tiempo, ni la distancia, ni los años sin vernos. Nos encontrábamos de nuevo y el amor seguía ahí, intacto, clamando por un beso, ondeando la complicidad. Más allá de la opresión, creíste que, rodeado de tanto despilfarro, mi amor también iba a malgastarse entre las luces de neón, entre poesías inútiles, entre el humo del jazz y de la melodía que ya toqué mañana. Te acobardaste de nuevo y yo lo perdí todo para recuperar tan sólo una parte de ti. Sí, cariño, es mejor la vista al otro lado. ¿Sabes por qué? Porque estás tú.

En el blanco y negro de los años más grises, te soñé todos los días, te miré mientras estaba tumbado boca arriba en la cama, intentando imaginarte sin perderme ni uno sólo de tus rasgos, de las inflexiones de tu voz, de tu sonrisa que guiaba mis corcheas. Te imaginé rehaciendo tu vida cada día en mi ausencia, como si trataras de olvidarme en el refugio de una existencia cotidiana y aburrida, ridícula y absurda, como si te sumergieras en un destino que, en realidad, no te correspondía. Nunca estuviste a gusto. A mi lado, temías perderme. Lejos de mí, temías quedarte. Es hora de pasar al otro lado. Es hora de querernos durante todo el tiempo que la vida nos ha negado. Y eso es una eternidad.

Nuestra historia la dirigió un tal Pawel Pawlikowski, un director polaco que sabía muy bien lo que era vivir sin libertad, y lo hizo con algunas imágenes hipnóticas, sin color, con pasión, dejando que la fantasía poblara los espacios vacíos y los razonamientos peregrinos. Más allá de eso, aún tengo en mis oídos el sonido de tu voz, aún conservo el tacto de tus manos, el olor de tu piel, la cadencia de tus palabras, el blanco y negro de tu mirada que siempre buscaba respuestas, pero nunca soluciones. En el fondo, eras un blues sincopado, roto, pausado e irresistible.

Hoy estamos juntos, aquí, al otro lado. Miramos todo con la distancia propia de quien sabe que nadie nos puede tocar. Ya no hay más sospechas. Ya no hay delaciones. Ya no hay castigos por la negación. Somos libres y nos pertenecemos. Y yo vuelvo a sentarme al piano para tratar de encontrar las notas justas que expresen todo lo que siento por ti. Desde éste otro lado la vista es mucho más bonita. ¿Sabes por qué? Porque estás tú. Y estarás siempre.                                           
César Bardés

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