Lo han vuelto a hacer. Sin perder ápice de sus señas de identidad (el absurdo, el humor, los personajes muy marcados y perfectamente desarrollados a lo largo de la trama), la Compañía Furtiva de Teatro ha sido capaz de no caer en la reiteración y aún así ser reconocibles dentro de la genialidad. Con
Cruce de caminos, su tercer montaje en tres años, Carlos C. Laínez y Mili Lora han buscado nuevas fórmulas dramatúrgicas que calen en el espectador sin que por ello, se desestimen propuestas que gustaron en sus dos anteriores obras. Y lo han logrado con ciertas similitudes con uno de los grandes clásicos del teatro norteamericano,
Muerte de un viajante. Es curioso cómo se parecen dos obras tan distantes. Ya, ya sé que me van a decir que me paso tres pueblos a la hora de comparar un Pulitzer con la obra de una compañía pequeña de aficionados al teatro, pero es que ahí reside la grandeza de La Furtiva; son así: descarados, impetuosos, insaciables en su búsqueda perpetua de la felicidad (teatral).
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Carlos Lainez |
Déjenme que enumere dos o tres aspectos que me parecen coincidentes entre
Cruce de caminos y
Muerte de un viajante: por supuesto, comenzamos conociendo a un personaje, un viajante, un chamarilero, un vendedor que vaga por esos caminos polvorientos. Eso es lo más visible, pero es que en ambos textos encuentras claves como la distorsión del núcleo familiar (disfuncionales, malavenidas), la crítica a la sociedad de consumo, la insignificancia de ciertas virtudes o comportamientos morales y algunos más que no voy a mencionar por no pecar de pedante, que tampoco viene al caso.
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Mili Lora |
Porque lo esencial es que La Furtiva vuelve a entregar una obra fresca, dinámica, con su mesurada dosis de humor absurdo, con sus acercamientos a lugares tan queridos por la pareja Laínez/Lora como el sarcasmo e ironía de los Monty Python, el mimo, el cine mudo, el musical y la sorpresa final, bien tamizada a lo largo de un texto bien compuesto y que es gloria para unos personajes que van y vienen en unos cambios de escena trabajados, que se transfiguran por momentos en otros caracteres y que ganan con el paso de los minutos de función. El regusto que queda tras haber presenciado este nuevo trabajo de La Furtiva es que necesitamos un segundo visionado de la obra, cosa fácil de hacer con esta compañía porque tienen la obstinada manía de actuar cada fin de semana en su teatro de La Bodega de Artistas (calle La Vid, 14; Chiclana de la Frontera).
Aún están a tiempo de acercarse a ese polvoriento cruce de caminos y mientras esperan un bus hacia cualquier lugar, buscar la luz que arroja una charla cualquiera. Puede que incluso hagan algún negocio que les reporte beneficios suculentos. Palabra de crítico.
Fotos:
@zuhmalheur
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