El chascarrillo interminable (Deadpool y Lobezno) - Berenjena Company

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31 jul 2024

El chascarrillo interminable (Deadpool y Lobezno)



Wade Wilson era un tipo que me caía bastante bien. Esa irreverencia continua, esa broma indicada y, a veces, bastante salvaje le sentaba bien al universo Marvel aunque hay que reconocer que no era el único superhéroe con sentido del humor. Ahora llega esta conjunción imposible y se me ocurren varias consideraciones al respecto. La primera de ellas es que el amigo Wade ha pasado a convertirse en el amiguete que todos hemos tenido que se creía muy ingenioso y que hacía broma hasta de un vaso de leche. La segunda, es que el tema del multiverso comienza a ser bastante cansino. La tercera, para mi eterna desdicha y descrédito, es que lo de Marvel comienza a estar bastante agotado.


Y lo digo con gran pesar, porque al resto del público de una sala prácticamente llena, le ha encantado esta sucesión de peleas y chascarrillos interminables, de situaciones que podrán ser lo más divertido del mundo, pero que tienen menos sentido que mil Deadpool por la calle. Sí, la película tiene momentos, tiene sus apariciones especiales y tiene episodios de metacine para aburrir con la bromita de que Disney ha adquirido Marvel y blablabla. Sin embargo, la vaina tiene más agujeros que una raqueta, por muy fuerte que se golpee la pelota, todo hay que hacerlo con razones y argumentos, respetando las reglas establecidas por el propio universo de superhéroes y heroínas, pero, claro, con la trampa del multiverso, nadie se puede dar por muerto. Ya que estamos, oiga, en lugar de resucitar a Lobezno… ¿por qué no se envía a alguien a buscar a Tony Stark? ¿Siempre tenemos que quedarnos con los que son más destructores y menos cinematográficos?


Que sí, que sí, que se pasa un buen rato. Y Deadpool tiene chascarrillos ingeniosos, pero no sólo de eso puede vivir una película. Ahora, para rizar aún más el rizo, tenemos a una especie de empresa que quiere acabar con las líneas temporales y…bueno, qué más da. Es toda esa explicación que se va a aceptar, sencillamente, porque es lo de menos. Lo de más es volver a ver a Hugh Jackman con el pelo licantrópico, a Ryan Reynolds haciendo el gamberro con ganas y diciendo algunas cosas que espantarían a los guionistas de South Park y actuando con el cuerpo para ser chulo y gracioso y lo demás importa menos que mil Deadpool ocupando las calles de Nueva York.


Así que, después de matar a la gallina de los huevos de oro con lo que perpetraron con Endgame, el universo Marvel está cerrando algunos contratillos que tenía pendientes con los actores de las franquicias. Total, la taquilla está más o menos asegurada, ya que hacía tiempo que no veía tanta gente dentro de una sala. Y, de paso, también está resolviendo algunos flecos sueltos aquí y allá. Los incondicionales de Marvel se lo pasarán bien, porque, como dijo Gerardo Sánchez en el prólogo de un libro, esto es una película, pero no es cine. Quien quiera que lo abrace. Yo me olvidé de ella, aproximadamente, treinta segundos después de salir del cine. En concreto, en cuanto pasé por delante de un espejo y vi la piltrafa de hombre que soy comparado con esos cuerpos de yogur y esas miradas de profundidad que nos regalan los dos protagonistas. Eso sí, que no falta la moralina final. Somos también la gente que nos rodea y que nos quiere. Y, por ellos, hay que darlo todo, incluso la vida. Me encanta la seguridad blanca o negra a la que nos condenan estos superhéroes que ya están dando las últimas bocanadas de interés a todos aquellos que preferimos el cine a las películas.


César Bardés

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