Vergüenza en primera plana (Al descubierto) - Berenjena Company

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31 dic 2022

Vergüenza en primera plana (Al descubierto)



A la hora de denunciar públicamente una agresión sexual hay muchos factores a tener en cuenta. El primero de todos ellos es el miedo. Miedo a que todo el mundo piense que es una mentira. Miedo a que la gente crea que sólo es afán de notoriedad. Miedo a perder cualquier posición ganada a pulso. Las luchas son siempre pruebas de resistencia que no todas las víctimas están dispuestas a sufrir. Quizá sea mejor llegar a un acuerdo, que en el fondo es una humillación y una derrota que impide que se sepa la vergüenza, y pasar página. Es humano. Es verdad.


Sin embargo, hay un factor que pesa más que todo lo anterior y es que la mujer, al contrario que el hombre, está más preparada para el dolor, es más constante y tiene más redaños para aguantar todo lo que venga porque el orgullo es algo inherente a su condición. Primero es una, luego es otra y la reacción en cadena no tarda en manifestarse. Es cierto que ellas también cometen errores, y algunos de bulto, pero tratan de repararlos. Al menos, lo suficiente como para que puedan mirar al horizonte y sentirse satisfechas.


El trabajo de dos periodistas como Megan Twohy y Jodi Kantor ha sido uno de los más serios que se han realizado en el gremio para destapar un escándalo como fue el de la agresión sexual continuada del productor Harvey Weinstein a todas las que se ponían a tiro de su albornoz. Intentaron convencer a los que podían hablar, contrastaron toda la información y, en un alarde de honestidad, dieron la oportunidad al productor para que respondiese a la acusación. Aún así, consiguieron destapar ese entramado sucio y fétido que planeaba sobre Hollywood en el que el acoso sexual no sólo parecía ser algo normal, sino que también se asentaba en los resquicios legales que solía proteger más al culpable que al inocente. Lo más llamativo es que en los casos que destaparon no hubo una supuesta ventaja de la víctima, no fue un dejarse hacer con el fin de obtener un papel, o ascender en el escalafón de las oficinas de la productora Miramax. No hubo contrapartidas. Sólo el ofrecimiento posterior de una cantidad compensatoria haciéndolas firmar que guardarían silencio sobre todo lo que ocurrió.


Maria Schrader aplica paso a paso el manual de Todos los hombres del presidente, de Alan J. Pakula, para mostrar el incesante trabajo de esas dos periodistas. Carey Mulligan resulta excepcional en la piel de Megan Twohy, periodista bragada, que dice mucho en sus andares decididos, que se refugia en el trabajo para superar su depresión post parto y que derrocha experiencia y sabe siempre cuál es el próximo paso. No tanto Zoe Kazan como Jodi Kantor, que más bien parece la alumna marisabidilla de Sor María. Mención especial merecen tanto Patricia Clarkson, como Rebecca Corbett, la tercera pata que coordinó todo el trabajo de las dos anteriores, como Samantha Morton, soberbia en su breve aparición y exprimiendo todos sus recursos interpretativos sin levantar ni un ápice de compasión a la vez que inunda la escena de comprensión. El resultado es una película ágil, interesante, y, sobre todo y ante todo, necesaria para llegar a entender la terrible maquinaria puesta al servicio de los más poderosos para dar rienda suelta a sus enfermos apetitos sexuales. Quizá debería ser obligatorio para algunos periodistas ver esta película. Sólo así podrían darse cuenta de que un trabajo realizado con seriedad, con pasión, con autenticidad y con clase es capaz de cambiar cualquier estructura de poder. Y para eso no es necesario ser hombre, ni mujer. Basta con ser persona.


César Bardés

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