El pensamiento de neopreno (Trece vidas) - Berenjena Company

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20 ago 2022

El pensamiento de neopreno (Trece vidas)



Cuando la situación llega a ser extrema, cuando las posibilidades se acaban y la desesperación comienza a hacer mella en la piel mojada, es el momento de forrar el pensamiento de neopreno y trazar un plan hacia lo imposible. La Naturaleza es terriblemente hermosa, pero no entiende de piedad y el tiempo se acaba mientras el péndulo golpea entre la selva exterior y la piedra interior. Es hora de actuar con decisión, pero sin aspavientos, con las inevitables dudas humanas porque se trata de hacer algo que nunca se ha hecho antes. Es así cómo los héroes de verdad salen de debajo del agua. Con el miedo grabado en el rostro. Con la ansiedad carcomiendo el alma.


La búsqueda de unos niños atrapados en una cueva turística de Thailandia y su posterior rescate fue algo estremecedor en aquel verano de 2018 en que la información se daba con cuentagotas a la prensa mundial. Nadie sabe quiénes fueron los que llevaron adelante esa idea loca y cómo se hizo. Ahora, cuatro años después, es el instante necesario, cuando el mundo se adentra poco a poco en su propia cueva, de saber que hay gente que es capaz de arriesgarlo todo cuando se trata de salvar unas cuantas vidas. No sólo las de los que se hallan atrapados, sino la de todos aquellos que sufren en silencio porque la pérdida amenaza con hacerse presente en medio del vendaval.


Y no sólo eso. No sólo se trata de elevar la hazaña de aquellos que tuvieron agallas para trazar un plan descabellado, sino también de todos los que decidieron sacrificar algo propio para que se pudiera llevar a cabo. Cosechas, estimas, posiciones políticas, códigos deontológicos… Cuando se trata de conservar todas las promesas y todas las lágrimas, nada es lo suficientemente valioso. Se hace, se ejecuta. Ya habrá tiempo de lamentos, de arrepentimientos o de iras. Lo importante es actuar aquí y ahora. Eso es lo que ocurrió en aquellas cuevas que durante casi tres semanas se convirtieron en auténticas ratoneras inundadas.


Adentrándose en los terrenos del realismo, Ron Howard firma una excelente película, en la que la acción de estos héroes que no son sólo de una pieza, tratan de hacer lo que nadie ha hecho antes. Como reclamo se pueden atisbar los nombres de Viggo Mortensen, de Colin Farrell y de Joel Edgerton, pero sus húmedas interpretaciones apenas tienen importancia ante los gigantescos esfuerzos de buceo en unas cuevas por las que se filtra el agua de los monzones con inmersiones de más de seis horas para tratar de mantener bien agarrado el hilo de la vida de quien ni siquiera ha empezado a vivir. De fondo, la envidia, la desconfianza hacia los extranjeros, el oportunismo de los de siempre y el sacrificio de los de nunca. Al final, sólo la vida la importa. La siguiente respiración. La siguiente brazada. La siguiente luz borrosa bajo la superficie. Nadie lo supo. Es hora de saberlo.


Sólo la perspectiva de fallar provoca la disnea y la juventud puede ser un enemigo contra el que hay que luchar porque la desesperación aparece con más fuerza. Sin embargo, cuando hay un puñado de personas detrás, que trabajan por lo mismo, que tratan de hacerlo mejor cada día y que no niegan el apoyo cuando todo parece derrumbarse, el oxígeno siempre se abre paso. Incluso cuando el destino niega justicia y la desgracia parece oponerse al triunfo. Por eso, el pensamiento también debe ponerse su traje de neopreno y aguantar las bajas temperaturas en unas aguas traidoras con un empedrado del infierno.


César Bardés

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