Y al infierno con la posteridad (Competencia oficial) - Berenjena Company

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27 feb 2022

Y al infierno con la posteridad (Competencia oficial)



Guardar el equilibrio con los egos dentro de una película no deja de ser un ejercicio para expertos que casi nunca sale demasiado bien. Al fin y al cabo, se trata de convivir con una serie de personas que han sido corrompidas por el éxito y, por eso, tratan de suplir sus carencias con la estupidez supina. Fingimientos impostados, reacciones imprevisibles, bobadas disfrazadas de sabiduría…Todo ello es un rompecabezas inservible que contaminan la verdadera esencia de algo tan maravilloso como es realizar una película, crear un sueño, reponer la vida.


Una película va a ser rodada. Al frente, una mujer que cree haberse ganado la vitola de genio y le falta mucho camino por recorrer. Los bandazos son algo habitual en su existencia y, por supuesto, esa cámara que pretende saber manejar será un instrumento de tortura para que los demás no dejen de tener en cuenta que el camino del arte que se supone que ella guarda dentro de sí misma es tortuoso y exige decisiones o instrucciones que tienen que ir acompañadas de la arrogancia de saberse diferente. Sus debilidades son motivos, sus aparentes fortalezas son puras tonterías. Y las órdenes, inevitablemente, se vuelven estupideces, ñoñerías, elementos de un escaparate que, en muchas ocasiones, no se responden con su verdadero valor. Divertida, Penélope Cruz.


Uno de los actores ha optado por el camino del prestigio. La sobriedad es parte de su credo y la enseñanza es parte importante de su trayectoria. No entiende que haya estrellas que se vendan al mejor postor y que traten de aparentar que su preparación es intensa cuando, nuevamente, es sólo nada. Se condena a sí mismo por participar en una película de supuesta repercusión al lado de un tipo que no merece ni una mirada de amistad. Demasiadas luces. Demasiadas sombras. Incluso puede ser que aprecie una melodía que no tiene nada de música para convencerse a sí mismo que su gusto por el arte y, por ende, por su propio trabajo está por encima de lo normal. Excelente Óscar Martínez.


El otro actor es el tipo que ha trabajado en Hollywood, se ha codeado de los mejores, ha participado del circo de los premios y cree que en su trabajo hay momentos de emoción inigualable. Su aprecio por sí mismo excede todo lo imaginable y está dispuesto a demostrar lo que sabe, a cobrar lo que debe, a sumergirse en cualquier infidelidad y a destacar continuamente en todos los detalles. Su objetivo es la cabecera de cartel y hará cualquier cosa por conseguirla. Y ningún actor de prestigio de teatros de tercera va a quitarle su oportunidad. Para ello, no duda en realizar ejercicios de relajación para soltarse antes del ensayo. Quedan muy bien, pero no valen para nada. Maravilloso Antonio Banderas.


Con la colaboración de estos tres actores Gastón Duprat y Mariano Cohn articulan una comedia efectiva, difícil, pero muy eficaz, que radiografía y exagera, aunque no demasiado, en el terreno de las manías y egocentrismos idiotas de muchos que se creen protagonistas en lugar de tratar de formar equipo para que todos den lo mejor. Se trata de que los demás den menos para que puedan destacar más. Y, a partir de ahí, todo se reduce a que, en realidad, el mejor lugar para el recuerdo de la posteridad, sea el infierno. El cine no necesita tanto método, tanto postura, tanto truco de situación para sacar la mejor interpretación. El cine necesita toda la verdad posible dentro de la mentira que es. Y, luego, el público emitirá su veredicto. Y ése, en muchas ocasiones, será consecuencia de una opinión falseada para parecer más interesante. El ser humano, dentro del cine, también es así.


César Bardés

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