Acotaciones a un guion (Being the Ricardos) - Berenjena Company

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23 dic 2021

Acotaciones a un guion (Being the Ricardos)



El éxito suele ser un elemento muy frágil para quien lo tiene a manos llenas. Cualquier detalle puede desequilibrar ese momento cumbre. Un guion mal escrito, un rumor agrandado, una certeza confirmada…Todos son picos y palas dispuestos a derribar el muro de la fama. Lucille Ball y Desi Arnaz fueron, tal vez, la pareja más nombrada del mundo de la televisión durante años con su serie Te quiero, Lucy y, sin embargo, hubo quien quiso echarlos abajo después de muchas congas, muchas canciones de segunda, muchas películas de tercera y mucho esfuerzo para hacer reír a la gente.


Así pues, después de ser sometida a investigación por el Comité de Actividades Antiamericanas y ser absuelta de cualquier cargo, la prensa, sólo por el afán sensacionalista de vender y de publicar con letras enormes, siguió insistiendo en la posibilidad de que Lucille Ball, una de las actrices más graciosas de todos los tiempos, era comunista. Y ése es el punto en el que comienza a tambalearse todo. Desde la construcción de un guion que necesita ser acotado para llegar a la gracia indiscutible hasta la relación con su marido. Por supuesto, hay diálogos a doscientos por hora, una situación tras otra, una sensación de agobio creciente, una radiografía de lo que se cuece tras las bambalinas de la televisión con sus abogados y patrocinadores ojo avizor para que no se asocien las marcas con tendencias poco comerciales, la estúpida censura que no permitía que una mujer embarazada saliese por la pantalla de todos los hogares…Todo un entramado de intereses y frustraciones que van saliendo como si se tratara de una comedia de situación. Lo que sea con tal de salvar la serie de más éxito de todos los tiempos, con una audiencia semanal de sesenta millones de espectadores.


Aaron Sorkin escribe y dirige con su habitual soltura, aunque, quizá, pierda algo de fuerza al final. Aún así, la película es esplendorosa en presentación, ambientación y desarrollo, con un reparto de secundarios muy competente y en el que destaca por sabiduría, sarcasmo y precisión J. K. Simmons. No cabe duda de que toda la historia gira en torno a Javier Bardem, que, esta vez, parece muy cómodo en el papel de cubano agradecido a su nacionalidad estadounidense, listo como pocos, avispado y, en algunos momentos, genial. Y, desde luego, hay que hacer mención a Nicole Kidman que es la verdadera protagonista. Es una lástima que una actriz con hechuras de perfección, que lo tenía todo para ser una de las más grandes damas del cine, se haya quedado en una máscara que resulta más convincente en blanco y negro que en color. Es como asistir a la interpretación de una muñeca que apenas consigue expresión más que en sus ojos y no es suficiente. De otra manera, Kidman hubiera clavado un trabajo difícil y atractivo y no se diluiría gran parte del efecto dramático que pretende. Y, prácticamente, es el único defecto que se puede poner a una película, por lo demás, impecable, retrato atinado de las decisiones creativas y personales alrededor de algo que es todo un negocio en televisión y que es imposible de ver y, casi, imposible de creer.


Por otro lado, Sorkin acierta en pleno blanco cuando trata de describir el trabajo de una actriz tan soberbiamente dotada para la comedia, que pasó un poco de largo por el cine y que hizo historia en la pequeña pantalla. Una mujer que era capaz de ponerse en la piel del público para adivinar qué es lo que hace reír. Y eso es un trabajo muy difícil y verdaderamente apasionante. Te quiero, Lucy.


César Bardés

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