El frío acero de la mentira (El último duelo) - Berenjena Company

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30 oct 2021

El frío acero de la mentira (El último duelo)



La verdad no debe ser señalada. Si se asiste al testimonio de los mismos hechos a través de tres puntos de vista diferentes, más vale elegir, intentar la inteligencia, dar la razón a quien la tiene y quitársela al mentiroso. Y todo resulta tramposo en una película que se limita a decir que se cree a la mujer, porque, al fin y al cabo, ella está mucho más evolucionada, retirando parte de la autoridad al marido en la administración de su tierra, utilizando todo aquello que resulta, a los ojos de hoy, mucho más admisible.


Y ése es uno de los mayores errores de esta película, aparte de muchos otros. No se puede pensar así en medio de un régimen feudal de la Edad Media en el que estaba presente el derecho de pernada y el patriarcado era absolutamente opresor. Y estaba muy mal, sin duda, pero es que no se conocía otra cosa. Todo lo que cuenta esta historia está basado en la posible violación de la mujer de un caballero, acudiendo al efecto que Kurosawa puso en práctica en la insuperable Rashomon y llama la atención que, según se acuda a una versión u otra, la diferencia entre algunos personajes consiste, simplemente, en añadir “mi amor” a algunas frases para, luego, retirárselas y dar a entender que el marido de la dama en cuestión era más rudo que el papel de lija. 


Aparte de todo eso, Ben Affleck da un recital de todo lo que no debe hacer un actor, y Matt Damon exhibe su alarmante falta de recursos con la repetición de ese gesto adusto para que el público no olvide en ningún momento que el tipo no es tan amable, que su versión tampoco vale para que, en el duelo donde se dirime la verdad, el espectador no desee el triunfo de ninguno. O, tal vez, el de uno en concreto para que el honor de la dama quede supuestamente intacto. 


Ridley Scott se entrega en cuerpo y alma a lo políticamente correcto en una historia que no lo necesita y que podría duplicar su efecto sin señalar la verdad. Así, el espectador sería parte de la historia y sería mucho más eficaz. En vez de eso, nos desmenuza la historia en capítulos y nos dice, bien a las claras, cuál es la verdadera. Quizá sea la más razonable, quizá la más malinterpretada, y, sin duda, la más feminista. A lo mejor, hay partes de verdad en todas las versiones que deberían ser juntadas por el asistente. Y, sin duda, el duelo resulta efectivo si saltamos el pretendido realismo de una historia que hace que los duelistas se levanten sin ningún problema porque la aleación de sus armaduras debe ser de aluminio.


Por supuesto, la película pasará la prueba para el que quiera ver ese mensaje evidente y bastante ingenuo que pretende lanzar. Y alguna virtud habría que destacar como es la cuidada puesta en escena y, en el apartado interpretativo, el ambiguo papel de Adam Driver, pero no es suficiente. Como tampoco lo fue en su día otro intento en el terreno del Medioevo por parte de Scott en El reino de los cielos, donde los muros explotaban cuando se disparaban los cañones unos cuantos años antes de la invención de la pólvora. Y el espectador poco exigente saldrá hablando maravillas de una película que tiene muy poca acción, es bastante repetitiva sin acudir al ingenio y el atrevimiento no va más allá de la violencia que el director pone en juego para acentuar lo difícil de unos tiempos que no estaban hechos para la mujer.


César Bardés

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