El talento se gana, se cultiva y se busca en cada rincón del trabajo diario. Hay una pizca de talento que viene de serie, que crece en el interior de los afortunados que lo atesoran desde pequeños, pero como toda buena destreza, hay que entrenar duro para que no se pierda. Solo los valientes catan el triunfo y cada año, el Taller de Teatro Grecolatino es una buena muestra de triunfadores.
Llegamos al año de la pandemia, este año raro que nos ha puesto a prueba con una única certeza: el Grecolatino de Taetro seguiría un año más. Está en su fuero interno reinventarse pese a todos los problemas que puedan aparecer. Sus componentes, con Jaime Barbosa a la cabeza, son expertos en solventar problemas, en rehacerse de los pequeños (o grandes) reveses que plantea cualquier montaje. Y ahí llegaron un año más, recién salidos de un confinamiento para aprovechar un verano profiláctico lleno de mascarillas, higiene máxima en el local de ensayo y pasión por un texto (El mercader de Plauto), que de nuevo ha puesto el listón un poquito más alto con respecto a la temporada anterior.
Ante un montaje largo que se fue a la hora y media de duración, las huestes del Grecolatino supieron imprimir un carácter netamente hilarante, adaptando la realidad de un texto que está trufado de los rasgos de la comedia plautina: el enredo, la importancia de la familia y el retrato de la sociedad griega sobre la que el autor propone un tono moralizante que en la adaptación de Jaime Barbosa y Alfonso Saucedo, desaparece para encaminarse hacia un humor más alocado que el espectador agradece. Es esa apuesta por el humor sin cortapisas lo que hace que el ritmo de El mercader vaya de menos a más y que no decaiga en ningún momento. A todo ello, ayudan unas interpretaciones ajustadísimas gracias a unos actores que entienden y se involucran a la perfección con sus papeles, algo que se ha convertido en marca de la casa desde que la mano de Barbosa se adueñó de la dirección del taller. Desde Ana Belén Sánchez que volvía a las tablas después de cinco años con un personaje que solo ella puede caracterizar hasta los nuevos que se estrenaban (Pablo Barrera, Juanlu Malia y Jorge Cuesta, fantásticos y divertidísimos cada uno en su cometido), pasando por aquellos que se han convertido en columna vertebral del proyecto del Grecolatino, caso de Pepe Millán, Alfonso Saucedo, Lucía Navas y el propio Jaime Barbosa (que hizo dos papeles, aparte de la dirección) y que ponen la experiencia al servicio de un producto bien presentado y mejor ejecutado.
Lástima que la pandemia, las restricciones y la indolencia de algunas instituciones imposibilitaran que más gente viera un espectáculo que debería ser patrimonio local de Chiclana. En ello se afanan este grupo de aguerridos aventureros del teatro que han desconfinado con tremendo éxito, el talento que deciden regalar cada año a quien decida acompañarlos en este tremendo viaje.
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