El hombre equivocado (Richard Jewell) - Berenjena Company

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5 ene 2020

El hombre equivocado (Richard Jewell)


Del mismo modo en que el principal sospechoso en un asesinato es el último que vio a la víctima, el objetivo de la policía debe centrarse en el primero que ve el paquete que contiene una bomba. De esa manera, y con la inestimable colaboración de la prensa voraz que sólo quiere el titular del día siguiente, se hace pasar a un tipo de héroe a villano en apenas tres días. Para añadir más leña al fuego, responde a todos los perfiles psicológicos de alguien que quiere llamar la atención para demostrar al mundo que existe. Aunque la verdad, casi siempre, suele ser la explicación más sencilla. Y, en este caso, es que Richard Jewell era el prototipo de ciudadano que cree en la justicia, en las fuerzas del orden. Tanto, que incluso quiere formar parte de ellas.

Así que alrededor de este pobre hombre, de inteligencia corta e ingenuidad larga, se tejen una serie de burdas pruebas para demostrar que la policía actúa con prontitud. Los periódicos colaboran en el empeño porque, en realidad, es un hombre tan ridículo que casi merece la humillación de todos los días en las portadas más sensacionalistas. Sólo es un peón más en la inmensa maquinaria del espectáculo que rodea un posible caso de terrorismo. Sin embargo, no se les ocurre pensar en algo tan simple como que ese hombre es el equivocado. Siempre insistirá en su inocencia y, cuando alguien es tan demoledoramente inocente, por mucho pasado que tenga y mucho perfil se acerque, no se van a poder encontrar pruebas de cargo. En este caso, la resistencia será la victoria. Y, a pesar de la perseverancia de algunos, las lágrimas serán el desahogo de los ganadores.

No cabe duda de que Richard Jewell es una buena película. Eastwood, a sus casi noventa años, sigue estando lejos de Sin perdón o de Mystic River, pero ha rodado una película interesante que puede estar al mismo nivel de Sully, por nombrar alguno de sus títulos de los últimos años. Para ello tiene la colaboración de esa enorme masa de humanidad que es Paul Walter Hauser, secundado con ternura por la gran Kathy Bates. Y, sobre todo, por el gran dominador de todas las escenas en las que aparece y que responde al nombre de Sam Rockwell. Con secuencias brillantes, compone un personaje que pasa de mirar por encima del hombro a batallar en las mismas trincheras que el protagonista, poniendo en duda la garantía de los derechos constitucionales más básicos cuando los intereses se conjuntan para lograr culpabilizar a un inocente. Por lo demás, la película está inundada de corrección, de secuencias brillantes y de diálogos para recordar, alcanzando, incluso, la excelencia en algún momento aislado.

Así que no hay que olvidar a aquellos que creen de verdad en que el servicio a los demás es la razón de su vida. Sólo porque tengan fe en ello no les convierte en sospechosos de nada. El Estado, cuando se mueve, piensa y actúa como una apisonadora tratando de alcanzar un objetivo de cara a la galería, es el verdadero enemigo. Tal vez, incluso, porque rehúsa mirar en la dirección correcta, porque destina recursos a la inutilidad o porque se preocupa de fabricar unas falsedades gigantescas con tal de sostener una razón obcecada y demasiado difusa. Más que nada porque ése es el auténtico fascismo que pretende denunciar ese pintor del alma humana que es Clint Eastwood. Y olvídense de todo lo demás que se ha dicho de esta película. Si hacen caso a los voceros de la infamia, se perderán una estupenda muestra de la corrupción y de la integridad en un solo largometraje.                         


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