Los malos de la película - Berenjena Company

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11 oct 2019

Los malos de la película


Pobre de aquel que no entienda el verdadero valor del teatro. Bienaventurado el que comprenda que a través de la escena, de un texto, de una dirección, de unos personajes, se puede comprender el mundo que nos rodea. En el teatro están las respuestas más elementales a las cuestiones vitales más perentorias. Es el juego de espejos ante el que posamos la mirada y vemos un reflejo, algunas veces naturalizado, en otras deformado a la manera valleinclanesca, pero siempre atinado, pues es la pura realidad la que se nos presenta ante nuestros ojos. El teatro versa sobre la vida...

Y sobre la vida nos habla Juan García Larrondo en Bendita Gloria, edificada en escena por Albanta Teatro bajo la maestra mano de Pepe Bablé y con sensibles interpretaciones a cargo de Charo Sabio, Susana Rosado, Carmen Reiné y Jay García. Una obra que coloca en el ring de boxeo que es la vida a cuatro personajes a los se expone al límite durante hora y media de función. Modulando la intensidad de las interpretaciones, la tensión va subida en una montaña rusa emocional. Es grandísima la labor del director y fantástica la adaptabilidad del cuerpo actoral al mostrar ese cúmulo de sensaciones de los personajes. De algunas gotas de humor bien destiladas hasta ciertas notas de terror psicológico (donde se palpa el puro miedo) pasando por una catársis dramática por la que atraviesan todos los caracteres de este texto magníficamente engarzado por el autor portuense.


Bendita Gloria es la vida de unos personajes condenados a ser los malos de la película. La puesta en escena nos lleva también por los recovecos mentales de cada uno de ellos mostrando vaivenes sentimentales. Llegas a un punto en el que empatizas, tratas de amarlos, pero a los pocos minutos, todo se viene abajo cuando empiezan a aparecer las pequeñas miserias de cada uno de ellos, ya sea en su soledad o en su interacción con el resto de habitantes o visitantes de esa casa que se cae a pedazos, igual que sucede con la vida de estos malos de la película. Al final, te queda la sensación de que todo lo que les suceda es porque lo tienen merecido, y ahí es donde acaba la empatía, el sentimiento de solidaridad, la desazón que te acompaña durante todo el montaje. No merecen la salvación, no podemos perdonarlos... son los malos y los malos, aunque seductores, aunque protagonistas, aunque nos parezcan interesantes, son solo eso... personajes malvados.


Es difícil de mantener la tensión y el ritmo en hora y media de función, aunque Albanta cumplió con creces el compromiso adquirido con el texto y con el público. Obra de altos vuelos, que merece mucho más rodaje por los escenarios del país, Pepe Bablé ha conseguido equilibrar un conjunto con mimbres sencillos. Los actores sostienen el texto con eficacia y seguridad. Fuera quedan los artificios porque en esta obra se trabaja con palabras. Con palabras que hablan de vida, de amor, de seducción, de farsa, de engaño, de tramas paralelas que parecen divergentes pero que confluyen para entregarnos un poderoso final que parecía esquivo durante gran parte del montaje, pero que la sapiencia del texto y la sagacidad de la dirección, pusieron en buen camino para ofrecernos una lección de cómo el teatro también puede ser un magnífico cóctel de géneros. Veníamos con la sensación de ver un drama y se nos ofreció una muestra muy diversa de estilos, cosa que queda en el haber de la compañía gaditana.


Y nos queda la certeza de que la miseria humana, una vez más, está perfectamente reflejada por el teatro. Ese teatro que hoy es tan despreciado por algunos viles seres humanos que se empeñan en que no veamos la realidad. Y es que fíjense, si el teatro es peligroso, que hasta hablando en metáforas, es mucho más diáfano que cualquier tratado sobre la naturaleza humana. Bendita gloria esta de ponerse en un escenario y actuar. Benditos los que lo hacen posible. Bienaventurados ellos.

Fotos: @zuhmalheur
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