Plumas sobre el teclado (Rocketman) - Berenjena Company

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2 jun 2019

Plumas sobre el teclado (Rocketman)


El éxito es una bestia muy difícil de asimilar, pero, también, es una máscara perfecta para esconder todas las carencias del ídolo adorado. Detrás de cada nota, siempre hay una historia que contar. En las huellas del pentagrama hay sufrimiento, dolor, búsqueda, alegría, contagio, entusiasmo, tristeza y amargura. Y los vítores y los aplausos suenan con tanta fuerza que, a menudo, no se puede mirar en el interior porque se abren unos barrancos tan abismales que sólo producen pánico y es mejor quedarse en la superficie, recibiendo honores y viviendo la falsa vida de las luces, de las indumentarias extravagantes y de los acordes imposibles que preludian una nueva melodía que nunca llegará a tocarse.

Elton John vivió todo ello y mucho más y no cabe duda de que, en sus canciones, también está el disfraz. Su utilización del piano como un instrumento tan melódico como percusor, coqueteando con el buen gusto que siempre le faltaba en su vestuario, abría agrios interrogantes sobre su condición sexual, su genio incompleto, su estilo inmediato y reconocible y su tendencia al exceso. Todo ello olvidando que, detrás de esa puesta en escena, había un hombre que sufría porque no conseguía ser realmente amado. Y ahí es donde se descarnaban profundas cicatrices ocultas por las plumas sobre el teclado, por las letras extraordinariamente sensibles que escribía para él Bernie Taupin y por la dispersa personalidad de alguien que alcanzó el reconocimiento porque, sencillamente, era su trayectoria natural.

La opulencia suele tragar cualquier consideración sentimental y comienza a confundirse el amor con el sexo vicioso, la estima con la presunción, la creación con la mediocridad. No todo lo que hace un ídolo de masas es irreprochable, ni siquiera en su propio terreno. También hay que reconocer el momento en que no se ha dado todo, se ha recibido muy poco y el tupido entramado de intereses que se teje alrededor de cualquier celebridad. Y hay demasiado ruido, demasiado desamor, demasiadas preguntas al final de un vaso vacío y la seguridad de que probar las distintas opciones no tiene por qué conducir a la felicidad.

No cabe duda de que el trabajo de Taron Egerton para encarnar al cantante es esforzado, tanto en el terreno vocal como en el físico, adecuando, sobre todo, la peculiar tendencia de Elton John a ganarse unos kilos de más. Egerton consigue ser tierno y digno de compasión, cruel y gastado, en permanente búsqueda, en eterno fracaso personal que sólo se supera con el equilibrio. En la dirección, Dexter Fletcher, el hombre que sustituyó a Bryan Singer cuando éste fue fulminantemente despedido en medio del rodaje de Bohemian Rhapsody, combina alguna que otra escena mediocre con cierto regusto por el videoclip y, también, algún pasaje memorable como ese plano-secuencia que construye con la excusa de la canción Saturday Night´s Alright. El resultado es una película irregular que, al menos, funciona como musical. Y el público, inevitablemente, acaba acompañando con el pie todas y cada una de las canciones, algunas con nuevos y muy meritorios arreglos, para, de alguna manera, también ser parte del espectáculo.

Y es que hay que reconocer que escuchar la música de Elton John no ha dejado de ser un privilegio para muchas generaciones de entusiastas del pop. Por su sonido inconfundible, por sus letras y porque, esperando que no te moleste que lo ponga por escrito…qué maravilloso es el mundo si tú estás en él.         


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