No se imaginan ustedes cuán necesarios son los museos en la sociedad actual. En estos tiempos tenebrosos donde prácticamente casi nada importa, donde el que más cacarea es el que se hace notar, en el que el patriotismo se mide en el tamaño de una bandera, el verdadero orgullo de ser español se libra entre cuatro paredes repletas de la verdadera identidad de una nación. Y lo hallamos en pinturas, esculturas, fotografías, películas, instalaciones artísticas que son tanto de todos los españoles como patrimonio general de la Humanidad. El orgullo es más imperecedero por cuanto tenemos la inmensa suerte de disfrutar de esa colección del ingenio humano en suelo español. Y es que no podemos más que sentirnos agradecidos por tener para nosotros (y para todos los demás) el Museo Reina Sofía, centro de referencia a nivel mundial para todo el amante del Arte.
El Reino Sofía lleva experimentando unos años de auténtica consolidación como uno de los platos fuertes en la visita que uno puede hacer a Madrid. Es de esos museos cambiantes, progresivos, que incluso con su exposición permanente, se permite el lujo de ir avanzando pasos hacia el futuro mostrándonos las glorias del pasado reciente. Es difícil describir al Reina Sofía solo como una institución consagrada a las artes contemporáneas o de vanguardia. Es un auténtico crisol de tendencias, de corrientes, de estilos y de manifestaciones, una maravillosa muestra del último siglo de creación conjugado en una exposición que se saborea a cada paso, que te lleva por un repaso histórico a la contemporaneidad pero sin ánimo de querer ser cansino. El Museo Reina Sofía se degusta sin tener que seguir una visita “lógica”, puesto que la misma sensación de éxtasis te provocan las pinturas de Maruja Mallo, Miquel Barceló o Picasso o las esculturas de Louise Bourgeois, Joan Brossa o Eduardo Chillida.
El verdadero sentido del Museo es el dar a conocer el reverso luminoso de una era tenebrosa, marcada por lo más indigno del ser humano: guerras, limpiezas étnicas, masacres, desesperanza. Frente a eso, la luz que nos guía, que nos salva. El Arte como modo de redención. Un paseo por las salas y pasillos del Reina Sofía es revivir el horror y el honor del hombre unido de forma indeleble a su Historia y a su práctica artística. Esa es la gran razón de existir de sitios maravillosos como este Museo. El lugar en el que encontramos un principio de certidumbre: somos lo que somos para bien o para mal, pero a veces, el ser humano es capaz de inclinar la balanza hacia el lado adecuado.
Fotos: @zuhmalheur
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