'El jardín de las delicias'. El Bosco (Museo Nacional del Prado) |
Franquear la entrada del Museo Nacional del Prado proporciona ese mismo sentimiento. Estamos en un enclave importante, cuasi místico, esencial para comprender cómo es y cómo ha sido España a lo largo de su Historia, con sus muchas luces y también con sus sombras. España es un caleidoscopio referenciado en una colección impresionante, la del Prado, que nos dispusimos a degustar con ánimo no completista, pero sí guiados simplemente por la intuición.
El Prado celebra orgulloso su bicentenario encarando el futuro como uno de los museos esenciales que visitar en esta vida. Pasado, presente y futuro en salas llenas del resplandor del ingenio humano, de vicisitudes históricas, de ensoñaciones surrealistas, de regios retratos, de envidias cainitas y de belleza, simple y magnífica belleza. Quizás es a lo máximo a lo que pueda aspirar el ser humano: ser capaz de recrear la belleza, incluso en la fealdad, que también la hay. Y en El Prado hallas todas esas respuestas...
Este paseo lánguido, reposado, con ánimo de degustar rincones selectos de la principal pinacoteca del país nos deja grandes momentos de emotividad: el paseo por la sala de El Bosco, la fascinante disección de la psique de este país elaborada por Goya, las detallistas y magníficas pinturas flamencas, la majestuosidad y genio de Diego Velázquez, los constantes estudios de la luz de Rembrandt o Caravaggio, la delicada cotidianidad de Ribera, el doctorado en volúmenes de Rubens, el virtuosismo renacentista de Rafael o Durero... Visitar El Prado es zambullirte en un manual de Historia de la Pintura, pero teniendo la maravillosa suerte de estar delante del lienzo, poder oler el óleo, sentir la pincelada, el trazo, el color...
'El descendimiento'. Rogier van der Weyden (Museo Nacional del Prado). |
No hay comentarios:
Publicar un comentario