Cuando éramos mayores (Roma) - Berenjena Company

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9 dic 2018

Cuando éramos mayores (Roma)


Cuando era mayor soñé que teníamos una criada cuya voz parecía un hilo a punto de romperse. Nunca decía una palabra de más. Nunca tuvo una mirada de reproche hacia mis trastadas o las de mis hermanos. Ella sólo trabajaba para que nuestra vida fuera un poco más fácil en un momento que era muy complicado. Y no lo hacía porque mi madre la pagara, no. Lo hacía por algo tan sencillo y tan difícil de encontrar como el amor. Ella merecía todos los cielos y todos los besos porque era capaz de arriesgarse por nosotros y salvarnos de cualquier situación. Ella era mamá, pero con coraje para enfrentarse a todo. Incluso contra lo que también la afectaba.

Cuando era mayor esa chica derrochó dulzura y sacrificio. Hacía lo que nadie quería hacer en la casa. Si ocurría algo fuera de lo normal, sólo miraba y jamás juzgaba. Tal vez nos daba lecciones de vida sin decir ni una sola palabra. Y seguro que todo lo que le ocurría a mi madre, también le ocurría a ella, pero nunca decía nada. Sólo trabajaba, sonreía, nos despertaba con todo el cariño, deslizando sus dedos como si fueran ratones de nube por nuestra espalda. Ella no quería perder, pero salía derrotada. Nunca venció salvo en una ocasión en la que se ganó todo el amor que en mi familia nos empeñábamos en desperdiciar. Su valentía era callada. Su esfuerzo era tremendo, recogiendo lo que mis hermanos y yo íbamos desperdigando por aquella casa enorme y algo fría. Su mirada era pura comprensión y siempre tenía la expresión justa y educada a pesar de que los miedos la sitiaban. Sí, cuando era mayor ella fue la que hizo que yo deseara ser mayor.

Y es que la gente humilde puede que tenga menos dinero y menos facilidades para afrontar cualquier dificultad, pero eso no les hace necesariamente más débiles. Ellos pueden sobreponerse y tirar hacia adelante a base de amor, de dedicación. Y en estos días de ruido y confusión sé que eso no abunda en un mundo que parece haber evolucionado muy poco desde los albores de los setenta. Salir con ella a ver Atrapados en el espacio, de John Sturges, podía ser toda una diversión particular entre el gentío que se movía atropelladamente por las aceras de la ciudad. Cuando era mayor soñé que era un astronauta y que, después, ella me cogería de la mano para regresar a casa y meterme en la cama.

Con una inmensa ternura en la mirada, Alfonso Cuarón ha dirigido esta película dedicada a esa criada que procuró una infancia cómoda a alguien que la recordaría cuando fuera mayor. Con una fotografía maravillosa en blanco y negro y un realismo detallado, no de ficción, nos hizo visitar el corazón de esa mujer que fue fundamental en sus sueños de mayor. Tal vez porque las personas que nos quisieron de pequeños son las que más recordamos cuando la edad comienza a pasar factura.

Y así, cuando era mayor, ella aún está ahí, aguantando la injusticia de algún grito desquiciado, siendo el elemento unificador de una familia que se descomponía y comenzaba a vagar sin rumbo fijo. Y aceptaba las órdenes y los tontos caprichos que teníamos de niños mientras mamá trataba de encontrar su lugar de nuevo. Ahora sé que los aviones recogen a las personas que lo merecen y las llevan al cielo donde seguro que ella estará, limpiando la casa para que esté reluciente cuando mis hermanos y yo tengamos que ir. Con todo el cariño. Con todo el dolor.         

César Bardés

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