Vamos a primera (El especialista) - Berenjena Company

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27 abr 2024

Vamos a primera (El especialista)



No es la primera vez que el cine se ocupa de la profesión más peligrosa entre todas las que emplea. Ahí están Hooper, el increíble, de Hal Needham y, sobre todo, Profesión: El especialista, de Richard Rush. En esta ocasión se trata de homenajear a todos esos hombres y mujeres que ponen su cuerpo en las escenas de acción para que los héroes parezcan más héroes. No importa demasiado que el argumento sea bastante delirante y que, en algún que otro pasaje, el asunto se convierta en un circo demasiado pasado de vueltas. Se trata de articular un espectáculo de acción con dos intérpretes de categoría como Emily Blunt y Ryan Gosling.


El resultado es divertido, un punto por debajo del entretenimiento y dos de la calidad. Hay saltos, persecuciones, explosiones, caídas, peleas, fuegos, cámara lenta, cristales rotos y coches destrozados, lo cual asegura un rato que se pasa en un suspiro y medio. Gosling y Blunt son muy competentes y hacen frente a lo que se venga encima, aunque sea un alud. La trama pretende, en algún momento, tener apuntes de cine negro, pero se olvida rápidamente porque lo verdaderamente importante es ver cuál es la siguiente pirueta mortal en un entuerto que no deja de ser algo ingenuo. Habrá espectadores que lo pasen bien y otros que saldrán con una sensación de una más. Y tan respetables unos como los otros.


Y es que entre tanto fuego de artificio hay un sitio de honor para el romance, auténtica espoleta de bomba, que actúa por debajo como si fuera el típico truco que el espectador conoce y los protagonistas, no. Algún golpe de humor, para completar los físicos, para que el paquete tenga su ligereza de peso. Ah, y que no se me olvide. Hay secuencia tras los títulos de crédito. Fui el único en la sala que sabe lo que realmente pasó con Tom Ryder, estrella que pone la cara, pero no el peligro.


Hasta ahí se puede leer. El resto es que son detalles, como los continuos homenajes a secuencias míticas de especialistas, o el impresionante aspecto que exhibe Ryan Gosling después de muchas horas de gimnasio en las que las pesas han sido compañeras inseparables. Ya se sabe. En el fondo, el cine de hoy se nutre de todo esto. Algo fácil, digerible, sin complicaciones, sin más cera que la que arde y con esa supuesta originalidad que consiste en que los dobles de acción utilicen sus habilidades como si fueran auténticos mamporreros de cualquier película en la que intervienen. Al final, como no podía ser menos, son un ejército al que es muy difícil de batir porque, si actúan coordinados, son los matones más preparados del mundo del cine.


Por otro lado, Emily Blunt está encantadora, además de excelente actriz, y el director David Leitch lo sabe, porque acerca la cámara sin pudor y la retrata enamorándose de ella a cada minuto, con esos ojos que parecen buscar respuestas y que tantos buenos ratos dramáticos nos ha hecho pasar. En el tercer lugar del reparto, aparece Aaron Taylor-Johnson, ya saben, el chico ese que han propagado a los cuatro vientos como que tiene más de dos o tres papeletas para ser el nuevo Bond. Sólo que aquí está en las antípodas de eso porque, hay que reconocerlo, tampoco es un mal actor. 


Así que, damas y caballeros, vamos a primera, hay que repetir la toma porque no ha habido suficientes vueltas de campana con el coche. Al igual que este artículo, que habría que hacerlo de nuevo para hacerlo más atractivo porque el negro que escribe en lugar del crítico titular lo ha hecho regular. Hay que poner más alma, chaval. Tú no eres el protagonista, así que empieza de nuevo y vamos a hacerlo todo desde el principio. Prevenidos.


César Bardés

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