Estudio de caracteres (Secretos de un escándalo) - Berenjena Company

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25 feb 2024

Estudio de caracteres (Secretos de un escándalo)



Es bien sabido que el cine del director Todd Haynes se basa fundamentalmente en describir una serie de situaciones aparentemente normales para ir descubriendo al espectador paulatinamente la tremenda incomodidad que subyace en los protagonistas. Así se puede apreciar en películas como Lejos del cielo o en Carol o, incluso, en Aguas oscuras, su película menos sentimental en la que cuenta los efectos insalubres del empleo del teflón en utensilios de cocina. En esa línea se encuentra Secretos de un escándalo en la que narra los esfuerzos de una actriz por estudiar de cerca al personaje que tiene que interpretar.


Ese personaje, por supuesto, es real y fue protagonista de un escándalo sonado unos cuantos años atrás al relacionarse íntima y sentimentalmente con un niño de doce años mientras ella tenía treinta y cinco. Todo empieza en la absoluta normalidad de una barbacoa en la que la actriz es invitada y el entorno parece fundamentalmente feliz. El american way of life en su máxima expresión. La pareja, ya adultos los dos, parecen encantados con su relación y la actriz, una famosa intérprete televisiva, estudia sus modos y maneras para descubrir, naturalmente, que hay algo enormemente turbio en esa relación que nació de forma antinatural. La basura debajo del parterre. La dominación recubriendo la botella de cerveza.


Con Persona, de Ingmar Bergman como evidente inspiración, aunque, desde luego, con menos profundidad, Haynes se fija, sobre todo, en la actriz y en cómo va descubriendo la naturaleza de esa relación extraña que se va a reflejar en el cine. Entrevista a otras personas que estuvieron en la primera fila, visita a lugares esenciales…Y, en algún momento, se lleva el Método de actuación hasta la exasperación porque ella llega a excitarse en el local donde, supuestamente, se produjeron los encuentros sexuales. De esa forma, Haynes contrapone a la actriz, atraída y repelida a partes iguales, pero que desea fervientemente parecerse a la retratada, y la mujer, que ejerce una relación de madre con su pareja, más malsana de lo que pueda parecer, pero que se guarece detrás de una apariencia de normalidad.


Haynes, como siempre, cuenta con la colaboración cercana de dos grandísimas actrices. Julianne Moore hace un trabajo más meritorio del que pueda parecer porque, llegado determinado momento, al director le interesa más bien poco su personaje y la deja en un desarrollo incompleto. Lo contrario que Natalie Portman, que da otra muestra más de su inmensa capacidad interpretativa, pasando de observadora a parte principal, saltando de un registro a otro y siempre con la incomodidad a cuestas. El resultado, a pesar de todo ello, es algo lánguido, suavizado con una fotografía luminosa que hace que toda esta turbiedad de sentimientos no demasiado aceptables parezca más liofilizada.


Y es que, a menudo, los sentimientos caen en el enredo del deseo y se confunden unos con otros. Y el deseo no tiene por qué ser sexual, aunque el sexo es el elemento esencial de un chantaje emocional llevado al extremo. El deseo puede ser, sencillamente, la sensación de poder sobre una situación en la que se manifiesta la superioridad a cada minuto, dando salida a todas las frustraciones y represiones. Ahí es donde la figura de la intérprete y de la mujer se confunde, una con otra, llegando a adquirir rasgos ajenos donde sólo debería haber la profesionalidad y la humildad natural. Algo muy difícil de hallar en unos tiempos en los que parece haber una imperiosa necesidad de vivir una vida que, sencillamente, no nos corresponde.


César Bardés

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