Títeres grotescos (Pobres criaturas) - Berenjena Company

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27 ene 2024

Títeres grotescos (Pobres criaturas)



Esta revisión del mito de Frankenstein en clave femenina no es más que el producto de una mente enferma. Se supone que acaba por ser una reivindicación de la mujer a través de la historia de Bella, una chica con cerebro de feto trasplantado, que aprende a gran velocidad y que, para bregarse bien en los avatares de la vida, se prostituye y, además, lo encuentra, cuando menos, agradable. Es una fuente de ingresos segura, investiga en las emociones que mueven a los diabólicos entes masculinos y le da la seguridad necesaria para regresar a su origen y convertirse en una mujer dominante y asentada.


El director Yorgos Lanthimos, por si fuera poco, se dedica todo el rato a poner en escena una realización alucinada, con planos inclinados, uso de grandes angulares, saltando del blanco y negro al color cuando lo considera oportuno y utilizando fondos generados por ordenador para que, en resumen, se tenga la impresión de que todo eso que nos está contando, más simple que una pelotita de trapo de saldo, es profundo como el océano y que él es un genio disfrazado de ironía. Y no es más que un cargante pretencioso que trata de poner en escena un guiñol caro con títeres grotescos moviéndose de un lado para otro y con mucho sexo para que se vea que su historia, aunque no lo parezca, es para adultos.


Sí, es verdad. La interpretación de Emma Stone es meritoria e, incluso, es merecedora de una nominación a los Premios de la Academia. No es fácil evolucionar de unos gestos estudiadamente infantiles a la madurez de una mujer que sabe lo que quiere, aunque los medios que utilice sean tan esperpénticos como cambiarle el cerebro a un hombre por el de una cabra. Gracioso ¿eh? Bueno, pues todo eso tiene un envoltorio de lujo, muy cuidado y salpicado de anacronismos del tipo de que, a pesar de que la historia se desarrolla supuestamente a finales del siglo XIX, la chica en cuestión se pasea por las calles de Lisboa con una minifalda.


Por si fuera poco, la música es para hacérselo mirar. O es estridente, o es tan complicada como la que hace un niño de cuatro años acercándose por primera vez a una guitarra. Mientras tanto, asistimos a los avatares de esa niña-mujer, producto de un creador, por enésima vez asimilado a Dios, que nos da un don como la vida. Algo que no pedimos, mientras nos suelta inopinadamente por el mundo a ver si aprendemos cómo van las cosas del dinero, de la lujuria, de la seguridad del hogar, del vicio y del cinismo humano, una palabra muy importante a lo largo y ancho de esta especie de bobada titiritera que, a cada metro, se convierte en una pérdida de tiempo. De hecho, unos cuantos espectadores se levantaron en medio de la proyección, hartos de la tomadura de pelo que, en algunos momentos largos, llega a ser la creación genial de Lanthimos.


Así que nada, si ustedes han sido baqueteados por la vida y desean volver al hogar, lo mejor es irse a una casa de citas, probar las distintas tendencias sexuales de cada cual y regresar para acogerse a los brazos del padre. Si, por casualidad, el pasado viene a reclamar lo suyo, háganse fuertes, llévense al culpable y practiquen una bonita trepanación para que acabe comiendo ramitas en camisón mientras otra chica con su mismo problema se pasea con un mazo por la casa. Dios les perdonará todo, aunque ese perdón no les sirva de nada porque, al fin y al cabo, lo mejor que se puede decir de Él es que su rendimiento deja mucho que desear. La escuela está ahí fuera, con los calzoncillos y las bragas por los tobillos. Y algunos dirán que esto es una obra maestra incomparable y que estamos ante un nuevo y excéntrico director de rasgos divinos.


César Bardés

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