Sólo un gol (El peor equipo del mundo) - Berenjena Company

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30 dic 2023

Sólo un gol (El peor equipo del mundo)



Demasiado a menudo olvidamos que el fútbol es sólo un juego. Y que, como tal, la primera obligación de todo el que lo practica es divertirse. Si todo se subordina a la competición, a la victoria, al triunfo que, muchas veces, también lo convertimos en personal, el juego pierde su esencia y su razón de ser. En ocasiones, es mejor perder siempre que la sensación es que se ha hecho junto a un grupo de amigos. Eso pasó con la Selección Nacional de Samoa Americana que, durante más de diez años, fue considerado el peor equipo del mundo porque, sencillamente, eran incapaces de marcar un gol mientras eran goleados con resultados escandalosos.


Buscando una razón, llega allí alguien que, en su día, estuvo cerca del éxito. Se trataba de un holandés que, en su carrera profesional como jugador, militó en el Amsterdam y, después, fue seducido por los cantos de sirena de la liga profesional de los Estados Unidos a raíz del éxito que tuvo en su día el Cosmos de Nueva York, que fichó a figuras de la talla de Pelé o Franz Beckenbauer. Harto de una vida que le ponía siempre al borde del fracaso, cayó en desgracia y lo único que le ofrecieron fue entrenar a esa selección de fútbol compuesta por unos cuantos aficionados no profesionales que, de paso, tampoco sentían la magia del deporte.


Con métodos inusuales y con la certeza de que el fracaso iba a ser algo permanente en él, consiguió hacer un equipo que tuviera cierto entusiasmo. Se convenció de que jugar al fútbol, en realidad, era una reunión de buenas personas y que, lo de menos, era el resultado. No consiguió nada más que marcar goles, pero la selección de Samoa Americana abandonó el puesto 204 de los combinados nacionales mientras él consiguió comprender unas cuantas cosas de la vida.


Sin dejar de visitar los tópicos de una película de estas características y dirigiendo de una forma realmente torpe las secuencias futbolísticas, Taika Waititi continúa con ese estilo de sonrisa, algo socarrón, que se dedica a poner en ridículo muchas de las costumbres y reacciones típicamente occidentales frente a circunstancias desconocidas que dejarían perplejo a más de uno. Michael Fassbender se presta a desplegar un repertorio de expresiones incómodas, haciendo ver que su personaje es incapaz, incluso, de disfrutar de los tremendos paisajes que se le ofrecen en una vida tranquila mientras busca desesperadamente fórmulas para salir del agujero anímico en el que se encuentra. El resultado es una película amable, sin demasiadas pretensiones, que se mueve fácilmente por el terreno de la comedia y que, por el camino, ofrece una mirada sin forzar sobre el colectivo transexual. 


Y es que la vorágine de la adrenalina competitiva nos hace olvidar las sensaciones verdaderamente importantes. Algo así como lo que ocurre con la vida misma sólo que trasladada a un campo de juego con unas porterías. Esforzarse es noble. Llegar a competir es necesario. Compartir el balón con una serie de personas que también quieren hacerlo contigo es toda una experiencia. Sólo así es posible que llegue el triunfo en los equipos que están acostumbrados a perder de forma humillante. Y es que el deporte sí que puede canalizar una serie de frustraciones, de limitaciones afectivas, de desorientaciones permanentes que, en muchas ocasiones, se quedan enquistadas en el interior de todos nuestros objetivos. Quizá el secreto está en marcar simplemente un gol. Puede que no dé la victoria (o sí), puede que no sea importante, pero será la rúbrica indeleble de que el sudor y la verdad merecieron la pena.


César Bardés

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