Dios en la última cumbre (La sociedad de la nieve) - Berenjena Company

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16 dic 2023

Dios en la última cumbre (La sociedad de la nieve)



A finales de 1972, un grupo de jóvenes se encontraron a Dios en la última cumbre de los Andes. Descubrieron que Dios estaba en la profunda amistad que sentían unos por otros y que el verdadero aliento de la vida estaba en su voluntad, en su fuerza, en su inteligencia, en su empuje, en su lucha. Cuando todo estaba perdido, decidieron lo impensable e hicieron de la supervivencia, su religión. Hicieron todo y más por aguantar un día, dos, una semana, dos, un mes, dos…Y allí, en aquel lugar en donde la Tierra parece tocar el cielo con los dedos, allí mismo donde Dios parecía no estar, se dieron cuenta de que, a pesar de todo, se tenían unos a otros.


El destino puso a prueba la capacidad de resistencia de todos ellos, haciendo frente a un accidente de avión imposible, conservando la vida en un desierto de blanco y viento, apagando sus existencias con la paciencia de la agonía, combatiendo con rabia contra aludes y soledades, contra desesperaciones y derrotas inasumibles, contra pérdidas y morales. El resultado fue que, en esa última cumbre, se abrió paso la vida porque, con su corazón y con el ánimo maltrechos, fueron capaces de lo mejor tras visitar lo peor. Vivieron el mismo infierno en las alturas. Murieron en el cielo de las profundidades. Desgastaron todos los gramos de su fuerza. Y estremecieron al mundo entero con su supervivencia inimaginable.


Más allá de eso, cada uno fue un héroe en sí mismo porque todos colaboraron mientras todos perdían. Devastados y rotos, con la esperanza hecha pedazos, cuidaron al de al lado, dieron calor a pesar de estar ateridos de frío, encararon a la noche heladora con coraje de titanes, intentaron todos los recursos, extrajeron oportunidades de un lugar donde no había ninguna. Ante eso, sólo queda el estremecimiento de ser testigos de una muestra incomparable de superación, de ganas de vivir, de sacrificio, de la verdad más profunda del ser humano. Desde ese momento, ya nada fue igual en sus vidas, pero mantuvieron, a pesar de las terribles decisiones que tuvieron que tomar, el respeto por los que ya no estaban. Nada ni nadie puede imaginar lo que pasaron. Fueron gigantes en un lago de nieve que les repetía a cada minuto que iban a morir.


Cuando se camina por un abismo, sin calorías para aguantar, sin fuerzas para seguir, sólo queda alargar la mirada y desear que, tras la siguiente montaña desafiante, habrá un motivo para mantener la esperanza. En esa cumbre donde Dios sólo habitaba en el otro se hallaba la certeza de que no era un lugar para que nadie estuviera. Los dientes serrados de las cimas parecían mandíbulas dispuestas a devorar a quien osase respirar un día más entre sus amenazantes peligros. El recuento de bajas se sucede para que, sólo al final, en una letanía de júbilo ahogado, sus nombres se dijeran dos veces porque todos los que consiguieron salir de allí nacieron de nuevo tras regresar de la muerte. A veces, el destino, tras poner a prueba cruelmente la resistencia de unos muchachos, también sonríe y abre la mano para justificar lo que se hizo con la emoción de los que esperan. Puede que una lágrima, levemente congelada, también resbale por la mejilla de los que asisten a tal hazaña bajo los acordes de una música de intensidad escalofriante, o con los juegos comparativos de un sonido que no se olvida con facilidad. No es necesario comparar con otras versiones de la misma historia porque, en esta ocasión, sin que haya más espejos que los utilizados para pedir ayuda, Juan Antonio Bayona nos quiere decir que salvar la vida de un amigo es una de las cosas más grandes que te pueden pasar en la vida.


César Bardés

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