Dios no juega a los dados (Oppenheimer) - Berenjena Company

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23 jul 2023

Dios no juega a los dados (Oppenheimer)



La conciencia del descubrimiento más mortífero hizo que Robert Oppenheimer fuera, a la vez, villano y héroe. Descubrió el poder del arma más devastadora que había conocido la Humanidad y, al mismo tiempo, se sintió culpable porque su invento había causado demasiadas muertes. Por eso, aceptó algo mansamente su castigo, con acusaciones de simpatías con el comunismo en plena época de McCarthy, como víctima de alguna que otra venganza personal, con el convencimiento de que había destapado la caja de Pandora y de que la Historia había cambiado con su trabajo.


Ya se sabe que los Estados Unidos no suele premiar a aquellos que se han esforzado por su país. Es un país tan lleno de contrastes que convierte a sus héroes en asesinos con la facilidad con la que se sientan a comer un perrito caliente. Robert Oppenheimer sabía que Dios no jugaba a los dados y que todo se correspondía a un orden previamente establecido dentro del inmenso juego de la física en un universo milimétricamente estudiado. Como Prometeo, le quitó el fuego a la divinidad y lo entregó a los hombres. Cuando eso ocurre, el destino de su trabajo fue el que quisieron, a partes iguales, los políticos, los militares, los envidiosos de su esfuerzo y todos aquellos que creen que la verdad es única e indivisible.


Christopher Nolan ha vuelto a hacer una película que no deja indiferente. Más allá de contar con un reparto espectacular que incluye al protagonista Cillian Murphy, que hace un buen trabajo en la piel del científico más discutido de la Historia, a Emily Blunt, a Matt Damon, a Casey Affleck, a Josh Hartnett, a un excelente Robert Downey Jr, a Alden Ehrenreich, a Florence Pugh,a Kenneth Branagh, a Gary Oldman y a un casi irreconocible Tom Conti, también conduce toda la trama a través de un rompecabezas que se coloca casi sin esfuerzo y que proporciona una visión de pájaro sobre la trayectoria vital de un hombre que vivió con la tortura de la posibilidad de ser un asesino de masas. Con recursos de todo tipo y especie, Nolan salta de atrás hacia adelante, para situarse en el medio, con un uso narrativo muy inteligente del sonido, algo que ya es marca de la casa, y que se coloca más en el lado del científico, obligado a colaborar y a demostrar de lo que era capaz, que del ansia por ganar una guerra que, muy posiblemente, ya estaba en el saco. 


El resultado es una película algo prolija en sus explicaciones físicas y atómicas, pero en la que cuentan mucho más las reacciones, siempre desembocadas en una conclusión inteligible. Algo machacante con la música, Christopher Nolan pone en el disparadero todas las ambiciones de un país que quiere situarse en plena línea y que busca enemigos porque, si no es así, es muy difícil sobrevivir. Y es que Dios no juega nunca a los dados, pero hay que reconocer que, con el proyecto Manhattan, sí que los tiró para probar y sacó un doble seis.


Así que es la hora de extraer todo el dolor de un tiempo de fuego e ira y sacar todas las lecturas posibles sobre el fin de la Segunda Guerra Mundial y del inicio de la Guerra Fría. Quizá hubiera que asegurar el establecimiento de un equilibrio bastante precario basándose en la inevitable igualdad de fuerzas. Quizá fue la última oportunidad para que los científicos marcaran las fronteras de lo que era moralmente permisible. Quizá la Humanidad, en esa ocasión, estuvo muy cerca de escribir su punto final. Los malvados no dependían del uniforme, sino de sus propios objetivos. Robert Oppenheimer no fue un héroe, ni tampoco un villano. Fue alguien que quiso llegar a nuevas fronteras y su mediocridad como hombre le hizo coger el atajo hacia el infierno.


César Bardés

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