Viento en el paraíso (As bestas) - Berenjena Company

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12 nov 2022

Viento en el paraíso (As bestas)



Quizá haya personas que se despierten de repente en algún lugar perdido y piensen que merece la pena empezar un proyecto de vida allí. Las montañas parecen anuncios de Dios, el verde campea por la mirada, la lluvia es la verdad y puede que no esté nada mal rehabilitar algunas casas para ver si alguien se anima a repoblar el paraíso. El viento también sopla y, por supuesto, las energías renovables alquilan terrenos para instalar sus enormes molinos. Es la lucha entre lo tradicional y lo nuevo, el deseo de conservar la esencia del sabor de vivir y la certeza de que ya es hora de salir del sacrificio y mirar al cielo con sensación de libertad. Y allí, en el mismo centro del paraíso, la tensión puede ser el abono de toda la ira.


Y es que siempre subyace un cierto sentimiento de inferioridad en las profundidades del territorio cuando algún extraño viene con ideas nuevas, como si ellos fueran los únicos con derecho a cambiar las cosas. Y, tal vez, los lugareños sientan que el derecho se lo han ganado ellos a base de sudor, de limpiar corrales, de años y años de encallecerse las manos, de trabajo duro y ninguna satisfacción porque no ha habido más diversión que las partidas de dominó, el chato de vino en la única taberna del pueblo y marcharse de caza de vez en cuando. Sin embargo, hay que entender el otro punto de vista, el del forastero que creyó ver allí, en la inmensidad de la misma Naturaleza, una oportunidad para vivir en consonancia con sus ambiciones de tranquilidad, de trabajo duro, sí, pero también de satisfacción. Esa misma que da el devorar un buen plato de jamón serrano con pan gallego mientras se admira la huella de un monte que siempre regala un amanecer tras sus laderas.


Impresionante trabajo de Rodrigo Sorogoyen a la dirección de una película que destaca por la virtud de la contención, midiendo con precisión los tiempos y contando con la colaboración de un actor con la convicción y la solidez de Luis Zahera, que transforma cada palabra en una sentencia y que hace de la virtud, precisamente, la peor debilidad de la película porque, sencillamente, cuando él no está en escena, la trama muere levemente. Sin duda, también hay que destacar el papel desempeñado por Marina Fois, dominadora de miradas, también enormemente contenidas en todo momento, con un momento cumbre en la terrible y emocionante discusión con su hija en la cocina de la casa en el que se pone de manifiesto el salto generacional casi insalvable que se ha construido entre una juventud que ni admite, ni quiere ser aconsejada, que desprecia a sus mayores y que sólo la experiencia puede curar de sus males. Mención especial también para Denis Menochet, el recordado señor LaPadite de Malditos bastardos, de Quentin Tarantino, pusilánime aunque decidido; y para Diego Anido, penetrante con su forma de mirar pétrea que esconde todos los rencores que luchan por salir y rapar a la bestia que impide su progreso.


Este extraño cruce de Perros de paja, de Sam Peckinpah, y de Conspiración de silencio, de John Sturges, nos sumerge en el miedo rural, en la belleza siniestra que se puede esconder en tierras que han sido labradas y heridas, en animales que se han dado mil paseos y han pastado en el verde del Edén para dar la mejor leche y la carne más sabrosa mientras la rabia por el sacrificio diario puede crecer dentro de personas que, más allá de todo lo que puede inspirar un paisaje bucólico y abrumadoramente sano, quieren dejar de levantarse a las cinco de la mañana, no les apetece seguir oliendo a estiércol y no pueden ver más allá del hecho de que cada día es exactamente igual al anterior.


César Bardés


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