El indomable olor a quemado (Aquellos que desean mi muerte) - Berenjena Company

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8 may 2021

El indomable olor a quemado (Aquellos que desean mi muerte)



El fuego es una bestia que siempre guarda la intención de regresar. Se desplaza y trata de devorar todo lo que le sale al paso y arrasa con el suelo, con el cielo y con la vida. No deja prisioneros. Y no distingue la naturaleza de sus víctimas. Es un resplandor magnético y letal, del que es muy difícil apartar la vista. Y, además de sus negras huellas, deja un indomable olor a quemado que penetra y escribe con letras tostadas.


El pasado con el fuego es una firma que rubrica el dolor. Es imposible volver a él sin que el miedo aparezca en los huesos y una sensación de vértigo se mezcle peligrosamente con la ceniza del aire. Sin embargo, también hay otro fuego de distinto origen. Es el que dejan los hombres que quieren exterminar determinadas pistas para que no haya posibilidad de supervivencia. Y se aliarán con las llamas, con sus cañones preparados para disparar, con la misma frialdad de asesinos, con la certeza de que, tras su paso, ya no quedará nada.


Así, en un entorno agreste, se despliegan las jugadas de un puñado de personajes que tienen distintas motivaciones. El fuego sólo es el escenario que acabará reclamando su propio protagonismo. No habrá suficientes lágrimas para apagar los incendios, ni para parar las balas. La desolación utilizada como coartada volverá a ser un capricho del viento y, tal vez, el fuego muestre su cara y sea necesario mirarlo a los ojos para darse cuenta de que no habrá distinciones para él. No hay suficientes agallas para hacerle frente, pero sí para sufrirlo. Entre medias, carreras hacia la verdad, corajes embravecidos de mujer, interrogaciones de niño, inquietudes de sicario, muertes injustas y paces con el pasado. Una vez que se ha conseguido eso, habrá como una ligera sensación de que todo encaja, de que todo está en orden, de que, la próxima vez, se sabrá algo más y se le podrá vencer.


No cabe duda de que Taylor Sheridan es uno de los directores más interesantes de la actualidad, con enormes trabajos en películas como Wind River o Comanchería y en el extraordinario guion de Sicario. En esta ocasión, vuelve a utilizar el entorno como un personaje más, caído bajo un aluvión de disparos con mirilla, y con trabajos muy aceptables de Angelina Jolie, de Nicholas Hoult, o de Jon Bernthal. Quizá con resultados algo inferiores a las ya citadas, no obstante, Sheridan consigue una película interesante, metida de lleno en el terreno del suspense y que debería ser obligatoria para car en la cuenta del enorme daño que se infringe cada vez que una chispa salta en el bosque seco.


En el aire, ceniza. En el ambiente, calor. En la moral, superación. En la constancia, inteligencia. En el sacrificio, nobleza. En el empuje, valentía. En el agua, salvación. En la noche, rayos. En el cielo, nubes grises. En el manto del campo, desprecio. En la verdad, ausencia. En el día, locura. En la muerte, búsqueda. En el pasado, remordimiento. En la violencia, desesperación. Todo es fuego, como antes lo fue el hielo, o el calor. Elementos de la Naturaleza que acogen misterios e intrigas y condenan a los seres humanos a encontrar, en lo más profundo, razones para seguir adelante. Aunque sólo sea la seguridad de hacer lo correcto. Aunque sólo sea la protección de un niño que, después de su testimonio, sólo tendrá sitio para el miedo al futuro.


César Bardés

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