Las estrellas de hielo (Cielo de medianoche) - Berenjena Company

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12 dic 2020

Las estrellas de hielo (Cielo de medianoche)



Ya sólo quedan unos días para que el ser humano deje de habitar la Tierra. Y quizá en esos momentos es cuando aún queda tiempo para hacer una última proeza y compensar todos aquellos días que no se vivieron. Las estrellas siguen mirando desde allí arriba y el hielo se abre a los pies. Control Tierra guarda un misterioso silencio y el espacio parece un lugar mucho más habitable que ese planeta que era azul y ahora es un marasmo de borrascas enroscadas en la muerte. La última alucinación puede ser la única que verdaderamente merezca la pena.


Así que hay que atravesar el desierto de hielo para hablar y dejar que los demás decidan. El destino del ser humano puede residir en un nuevo Edén que espera bajo un cielo anaranjado. La sangre brota en pequeñas gotas para recordar que no se ha sabido cuidar el hogar y las misiones se trastocan cuando se trata de asegurar la supervivencia. La sombra de lobos acosa el tramo final de un peregrinaje que acabará en el olvido, en una esperanza mediocre que será el único asidero para quien quede vivo. La raza humana se extingue por culpa de sus propios errores y el solitario legado de un hombre será un acto de amor discreto, confidencial, apenas sugerido. Mientras tanto, los deseos se volverán espectros, la decepción científica será un triunfo y no quedará nada salvo una nave en ruta hacia un nuevo principio.


George Clooney dirige y protagoniza esta película que contiene referencias directas a La hora final, de Stanley Kramer y consigue enlazar algunos momentos de deliberada contemplación con otros de tensión absorbente. No cabe duda de que la historia tiene la virtud de la interpretación de todos los actores que intervienen en ella, desde el propio Clooney hasta la niña Caollinn Springall, pasando por la siempre eficaz Felicity Jones, el sobrio David Oyelowo, el habitualmente brillante Kyle Chandler y el espléndido Demian Bichir. El resultado es notable, con un equilibrado sentido del pesimismo tamizado con una leve esperanza, como diciendo que no es demasiado tarde como para que el ser humano encuentre una redención y un motivo ante la desaparición de su propia existencia. La banda sonora de Alexandre Desplat contiene compases de evidente belleza y sólo se puede poner algún reparo ante algunos elementos excesivamente barrocos en la dirección artística. Por el camino, Clooney nos narra con buen pulso una aventura que ya ha acabado antes de empezar y que nos deja solos ante la inmensidad del hielo como contrapunto al infinito del espacio exterior.


Tal vez, en unos instantes de liquidación vital, es cuando más se necesita la creación de una nueva vida. No sólo para asegurar la pervivencia de la Humanidad, sino también para otorgar una sensación de utilidad, de cariño no derramado, de esfuerzo titánico para llegar a una efímera victoria. El sentido común es lo que falta cuando se camina hacia la perdición y debe preservarse hasta el último momento, como una resistencia persistente ante la tormenta de nieve que, al fin y al cabo, no dista mucho de una lluvia de meteoritos. Sólo los que poseen el futuro saldrán triunfantes y su celebración será una perfecta normalidad, como siempre debió ser. Las lágrimas quedarán congeladas en la soledad, lamentando todo aquello que se pudo hacer y se dejó pasar. Y sólo el silencio podrá contestar al grito sordo que se eleva para rebelarse contra un destino que se eligió y estuvo equivocado desde el comienzo. El alma, con sus palabras ocultas, esbozará una tímida sonrisa y el rumbo será fijado de nuevo en algún lugar del universo.


César Bardés

 

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