La distopía como realidad - Berenjena Company

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8 nov 2019

La distopía como realidad


La Historia como concatenación de hechos y como causa y consecuencia unos de otros. Tesis, antítesis: síntesis. Dos partes en conflicto y el progreso de una de ellas sobre la otra. Siempre es así, siempre. El ascenso de un bando sobre el otro construye la Historia, mal que nos pese a los que estamos permanentemente en el bando de los vencidos. Pero a veces se ve la luz al final del túnel y los vencidos no claudican, no hincan la rodilla, se levantan con esfuerzo e imponen una nueva visión del conflicto, una nueva realidad de la Historia.

El teatro, como muestra de la realidad que nos rodea, es el espejo perfecto para plantear distintas vías de solución al conflicto. Es método de aprendizaje del pasado y banco de pruebas de las perspectivas futuras puesto que sobre unas tablas se plantean escenarios más o menos plausibles. La conducta humana a flor de piel, abierta a interpretaciones, a distorsiones o a reflejar la pura y cercana realidad, tal y como la vemos, la disfrutamos o la odiamos día a día.


La Compañía del Gags nos introduce en un somero estudio sobre el sometimiento de unos seres humanos por otros en Esclavos, la primera obra ejecutada por sus miembros. Original de Manuel Martín, que también ejerce las labores de dirección, sus integrantes entregan una obra distópica que va oscilando del tratado histórico a los plausibles escenarios de futuro. Ahí es donde entra ese matiz distópico que hace tan apetecible un texto y un montaje como este, por presentarnos una derivación de conflictos ya vividos y que desemboca en una hiperbolización de la realidad para enseñarnos, a modo de toque de atención, qué futuro puede esperarnos… Aunque quizá, ese futuro sea ya presente consolidado.


Esclavos parte de una premisa apasionante. ¿Qué pasaría si liberamos a los esclavos? Atemporal, ucrónica y atípica, la obra de Compañía del Gags transita con facilidad y buen gusto por terrenos abonados a la comedia y el cinismo más descarnado. Es un montaje que no se lo pone fácil al espectador, que tiene que formar parte de la historia y de las consecuencias que plantea. Esos puntos cómicos (bien colocados a lo largo del texto) alivian la tensión creciente que plantean sus personajes cuando el público empieza a relajarse con la risa. Al final, tal y como es la vida, Esclavos plantea un simbiosis perfecta de comedia y drama, pero que te deja la sensación de absoluta desazón por la perversidad del ser humano.

Debemos destacar la frescura de la propuesta. A ese original e intenso punto de partida, la parte actoral (además de Manuel Martín, construyen la obra Alfredo Uriarte, Ana Pérez y Jesús López) aporta tesón y pasión por defender a unos personajes bien caracterizados y que sostienen con tino el desarrollo de la función. Una función que se hunde en el terror, en el pesimismo y en la desesperanza: la esclavitud permanece latente. Hoy nos convencen de lo contrario, pero llegamos a un punto que pagamos por ser esclavos. Lo triste, es seguir permitiendo la distopía como realidad. Y tú, ¿vas a seguir permitiendo que te esclavicen?


Fotos: @zuhmalheur
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