Un corte a nuestra medida - Berenjena Company

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31 oct 2019

Un corte a nuestra medida


No hay mayor avance en la dramaturgia que hacer cómplice al espectador de lo que ve en escena. Y como uno es brechtiano de corazón y de convicción, creo que es de recibo darle las gracias a “don Bertoldo” por hacernos comprender que el teatro va mucho más allá de unos actores frente a unos espectadores interpretando un papel. Hay más vericuetos, hay más matices y entre ellos, el de romper con la pasividad del que ve para que comparta con el que actúa.

¿Y si rompemos la cuarta pared? Habrá que romperla con contundencia, con seguridad de que va a funcionar ese íntimo apego entre actores y audiencia. O se transgrede ese terreno con total seguridad o el experimento puede caer en el fracaso más estrepitoso. Da igual que transitemos por los terrenos de la comedia o de la tragedia; cuando el actor va a por el público, este debe comprometerse con la función, deber formar parte de ella, debe ser parte del espectáculo también.


Es un teatro hecho a medida de cada uno de los que asisten a un pase. Ca uno es ca uno que dicen en mi pueblo y a ca uno, el desarrollo y el final de Por los pelos, la obra de Paul Pörtner que pudimos degustar hace unos días en el Moderno de Chiclana, pudo sentarle de distinta manera. La única certeza posible es que las risas y la diversión estuvieron presentes durante toda la función.

L’Om Imprebís acierta con cada visita. A la compañía dirigida por Santiago Sánchez, le tocaba esta vez defender un texto que cosecha fama y elogios allá por donde va. Sustentada en una rigurosa puesta en escena donde todo está milimétricamente planteado y con un plantel de actores que dejaron gratísimas sensaciones sobre la madera del Teatro Moderno, todo parecía germánicamente preparado… hasta que llegó el momento de subvertir todas las normas planificadas por la obra hasta el momento. Llegó la pausa, llegó la hora de que el público actuara y decidiera. Llegó el tiempo de que los profesionales de la escena se plegaran a un público voluble y que a veces te desconcierta. Ahí entran a formar parte del juego las tablas de unos actores que supieron capear las diversas opiniones vertidas por el público, tirando de ironía, simpatía, magníficas dotes de improvisación y un marcado sentido del humor que, precisamente no viene en el texto, sino que es marca de la casa. Juan Gea, Rafa Alarcón, Carles Castillo, Marta Chiner, Lola Moltó y Carles Montoliú legaron al público chiclanero un comedido uso del humor, que sin embargo desembocó en una riada de situaciones hilarantes en cuanto se cedió el testigo protagonista al respetable.


Otro aspecto fundamental del espectáculo es el dominio del tempo, del ritmo y del espacio. Es insufrible cuando una obra se alarga en demasía bien por deméritos del texto o por inopia del actor, pero en Por los pelos, la duración es la que es; ni más ni menos. No sobra ni falta un minuto a la representación porque cómo dije antes, la planificación de Santiago Sánchez está aplicada con mimo y con precisión. A esta primera variante, ayuda el que el ritmo no decaiga en ningún momento. Es más, en determinados actos de la función, los actores apuestan a acelerar los acontecimientos haciendo aún más plausible la emoción y el humor que destila la puesta en escena. Y por último, tenemos un fantástico dominio del espacio escénico. ¡Ojo! No es pecata minuta. Los actores supieron hacerse con el escenario del Teatro Moderno (y más allá, patio de butacas, vestíbulo de entrada...), para meternos de lleno en la acción de una peluquería anclada en un bloque de viviendas con vecina pianista molesta incluida... Nos metimos de lleno en ese coqueto negocio regentado por el ínclito Toni Carreras, nos encerramos con los seis actores y no quisimos salir de ahí.


La obra transita por momentos -siempre con el humor presente, pero sin agotar-, que van desde el planteamiento del misterio de un modo muy del gusto de Agatha Christie (que podemos llegar a definir de “serio”) hasta una resolución que toca los resortes de algunos clásicos de la comedia cinéfila como es El juego de la sospecha (Cluedo) dirigida por Jonathan Lynn y con la que comparte cierto aire. Naturalmente, es una obra sustentada en unas interpretaciones que sin caer en el arquetipo barato, si nos presenta ciertas maneras en los personajes que los hacen perfectamente reconocibles y empáticos para el público que paga su entrada. Es de admirar con cuánto cariño están desarrolladas esas máscaras y cómo con un gesto, con una sonrisa pícara, con una palabra acertada, hacen perfecta comunión con el patio de butacas. Cada día estoy más convencido que presenciar este tipo de obras es un lujo que no nos podemos permitir perder.

Por los pelos es teatro dinámico, respetuoso con el público y la muestra de una entrada bien invertida. Son dos horas y pico de ensoñación, de liberación, de diversión, de acompañamiento de unos actores en perfecta sintonía. Es el teatro del que todos queremos formar parte… aunque al final terminemos siendo también sospechosos. En este caso, no nos importa ser culpables de amar el teatro.


Fotos: @zuhmalheur
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