El baile de los coyotes (Venganza bajo cero) - Berenjena Company

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27 jul 2019

El baile de los coyotes (Venganza bajo cero)


Parece que el frío intenso es capaz de congelar hasta los pensamientos. Por eso, en las montañas de Colorado la respuesta no es rápida, el razonamiento es pesado y la reacción, pintoresca. Y todo empieza porque un hombre normal, uno cualquiera, que sólo ha trabajado durante toda su vida adecentando las carreteras enterradas en la nieve, comienza un ajuste de cuentas por un dolor que apenas demuestra. El silencio parece su mejor compañero y va a tener que ir de casilla en casilla jugando a ser un justiciero que nunca imaginó ser.

Ya tenemos al hombre normal, pero eso no es todo. Resulta que hay una serie de malvados personajes que tienen el raciocinio anquilosado. El más malo de todos cree que en el río de sangre que se está formando hay una guerra de bandas y ya está el cirio montado. Se cargan a uno, luego se cargan a otro, luego les devuelven el golpe que, más o menos debe ser de la misma magnitud y el mismo dolor. Y, en medio de todo ello, se nos va descubriendo más y más acerca de los personajes y ninguno tiene el coeficiente intelectual medio que se supone a unas personas que conviven con el mal, que se mueven entre malas compañías y que les importa un bledo el daño que pueden causar. Eso sí, la buena vida está siempre al fondo, esperando para ser agarrada por esta pandilla de coyotes que sólo saben bailar alrededor de la tontería.

Con todo esto, la película no está nada mal. Bien es verdad que Hans Petter Moland, que ya dirigió uno de los episodios de Los casos del Departamento Q, ha querido hacer una versión de su propia película de nacionalidad noruega Uno tras otro que protagonizaron en el 2014 Stellan Skarsgard y Bruno Ganz y que hay planos calcados entre una y otra, pero ha potenciado el sentido del humor que, sin duda, planea sobre la historia y ha cambiado a unos personajes por otros. El resultado es una película que sorprende, que consigue hacer reír con las salidas impensables de unos y de otros, que mantiene el interés y pivota sobre varias tramas que confluyen con cierta sabiduría. Cercana al estilo de los Hermanos Coen o, si se quiere, con algunos rasgos de un Tarantino pasado por el hielo, Moland extrae buenas interpretaciones de Liam Neeson y de Emmy Rossum, a pesar del poco tiempo que aparece. Con buena fotografía, paciencia y una media sonrisa de complicidad, el espectador no tarda en padecer un galopante síndrome de Estocolmo con esta cinta. Así que es mejor que, por una vez, se dejen congelar.

Sí, porque lo impensable se hace demoledoramente posible, la Naturaleza sirve de colega, y, escena tras escena, se llega a la conclusión de que la lógica es bastante imposible o que la imposibilidad es una cuestión de pura lógica. Las máquinas quitanieves son auténticos monstruos arrasadores, el disparo puede provenir del sitio menos pensado, el villano de turno tiene la ética de una cucaracha, pero no deja de exigir una cierta honestidad a los que le rodean, el policía es tan buena persona que se queda colgado de los detalles morales, el asesino profesional es más bien una víctima profesional, los guardaespaldas tienen su historia, los sicarios juegan a tirarse bolas de nieve y los taxistas ponen una música en el vehículo que les hace merecedores de no dejar ni un céntimo de propina. Es el mundo bajo cero, ése mismo que consigue que el esquí parezca un arte nacido para la libertad del alma. Y eso es una pequeña sorpresa.


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