El atractivo del peligro (The old man and the gun) - Berenjena Company

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29 ene 2019

El atractivo del peligro (The old man and the gun)


Para Bob, con profundo agradecimiento

No es de extrañar que Robert Redford haya escogido esta historia para despedirse del cine después de casi sesenta años de carrera. En el fondo, no deja de ser un testimonio de amor hacia todo lo que ha hecho. Aquello que le ha ocupado gran parte de su vida y a lo que se ha dedicado con auténtica devoción, sabiendo que el fracaso siempre estaba rondando a la vuelta de la esquina, esperando con sus dientes afilados sobre un hombre en cuyo rostro hemos dibujado sueños, esperanzas, días mejores y luces sin sombra. La historia de Forrest Tucker, ese tipo que robaba bancos basándose única y exclusivamente en su corrección, no deja de ser un reflejo del propio Robert Redford.

Así que, llenos de una nostalgia que se nos va a quitar en apenas una hora y teinta y cinco minutos, nos disponemos a asistir a los últimos gestos de un actor que se retira interpretando a un ladrón que no piensa hacerlo. El ritmo de la película es pausado e, incluso, lánguido en algún pasaje. Redford domina la escena con sus miradas de hombre mayor, al borde exterior del abismo de la vejez, y nos confirma que le encanta actuar y dar vida a lo imposible. Ensaya maneras de complicidad con el público porque, en todo momento, se está dirigiendo a él y, de algún modo casi mágico, establece un diálogo de sensaciones ya vividas, de lindos escalofríos a flor de piel, de certezas inexplicables que sólo el cine es capaz de encajar en el razonamiento. Y sentimos, poco a poco, cómo adoramos sus arrugas retocadas, sus medias sonrisas, casi escépticas; sus greñas estudiadas, sus andares temblorosos y no podemos evitar la tristeza de su pérdida, de que ya no habrá más Bob Redford, de que los últimos grandes prefieren el retiro antes que volver a vernos en la oscuridad de una sala de cine.

Al lado de Redford, hay que destacar la serena naturalidad de Sissy Spacek, sabedora de su papel de conciencia sin gritos, de una banda sonora ajustada y atractiva debida a Daniel Hart, que casi nos lleva en volandas al lado de ese hombre que desprende comodidad y sonrisas. Toda una despedida para un rubio americano que siempre fue el más genuino.

Por lo demás, la película no se complica. Transcurre por lugares comunes con algún pico de enorme calidad como la descripción de todas y cada una de las fugas del protagonista y no deja de arrancarnos una sonrisa cuando comprobamos la pasión que siente un hombre cuando adora lo que hace. Como Redford. Como Tucker. Al fin y al cabo, lo más que puede pasar es que la edad te susurre al oído que debes parar. El resto es puro encanto. Sin problemas. Sin vueltas a las escenas del crimen. Sólo mirando hacia adelante y buscando vivir porque, tal vez, eso sea lo único que realmente importa. El resto ya lo pondremos nosotros con golpes, hombres con destino, memorias en África, cambiando leones por corderos, cazando diamantes al rojo vivo, observando a la gente corriente, corriendo por delante de jaurías humanas, contando cuántos días le quedan al cóndor, teniendo conciencia de ser tal como éramos o permaneciendo peligrosamente unidos junto a este actor que tanto nos ha hecho disfrutar. 
                                                                                                     
César Bardés

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