Para Bob, con profundo agradecimiento
No es de extrañar que Robert Redford haya escogido esta historia para despedirse del cine después de casi sesenta años de carrera. En el fondo, no deja de ser un testimonio de amor hacia todo lo que ha hecho. Aquello que le ha ocupado gran parte de su vida y a lo que se ha dedicado con auténtica devoción, sabiendo que el fracaso siempre estaba rondando a la vuelta de la esquina, esperando con sus dientes afilados sobre un hombre en cuyo rostro hemos dibujado sueños, esperanzas, días mejores y luces sin sombra. La historia de Forrest Tucker, ese tipo que robaba bancos basándose única y exclusivamente en su corrección, no deja de ser un reflejo del propio Robert Redford.
Al lado de Redford, hay que destacar la serena naturalidad de Sissy Spacek, sabedora de su papel de conciencia sin gritos, de una banda sonora ajustada y atractiva debida a Daniel Hart, que casi nos lleva en volandas al lado de ese hombre que desprende comodidad y sonrisas. Toda una despedida para un rubio americano que siempre fue el más genuino.
Por lo demás, la película no se complica. Transcurre por lugares comunes con algún pico de enorme calidad como la descripción de todas y cada una de las fugas del protagonista y no deja de arrancarnos una sonrisa cuando comprobamos la pasión que siente un hombre cuando adora lo que hace. Como Redford. Como Tucker. Al fin y al cabo, lo más que puede pasar es que la edad te susurre al oído que debes parar. El resto es puro encanto. Sin problemas. Sin vueltas a las escenas del crimen. Sólo mirando hacia adelante y buscando vivir porque, tal vez, eso sea lo único que realmente importa. El resto ya lo pondremos nosotros con golpes, hombres con destino, memorias en África, cambiando leones por corderos, cazando diamantes al rojo vivo, observando a la gente corriente, corriendo por delante de jaurías humanas, contando cuántos días le quedan al cóndor, teniendo conciencia de ser tal como éramos o permaneciendo peligrosamente unidos junto a este actor que tanto nos ha hecho disfrutar.
César Bardés
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