Me hubiese encantado tomarme una cerveza con Aristófanes o una retsina o un hidromiel o lo que sea que bebieran en la Grecia de hace unos 25 siglos. Tomarme un algo con el gran comediógrafo porque aparte de ser un cachondo, seguro que tendría mucho que compartir sobre filosofía, política, el estado de la vida en general y el teatro. Y esas son cosas de las que me gusta debatir. Pero como por desgracia no tengo una máquina del tiempo a mano para poderme ir a conocerlo, al menos me conformo con ver sus obras sobre el escenario. Y ya si es un montaje del Taller de Teatro Grecolatino de Taetro, el aliciente es aún mayor.
No voy a descubrir aquí las bondades que emanan de este taller formado por chavales de instituto que se involucran al máximo en levantar un texto que en principio, les es ajeno por completo. No es su lenguaje, no es su léxico, es totalmente lejano temporalmente hablando, pero la moral que en esos añejos escritos está presente es de andar por casa. Por eso los clásicos aún funcionan y por eso, siguen estando totalmente vigentes, mal que les pese a algunos.
Los integrantes del Taller de Teatro Grecolatino dejaron atrás las locas comedias plautinas de anteriores años (aquí un ejemplo) para meterse en las honduras a las que Aristófanes somete a la dramaturgia. Comedia pura. Sofisticada a ratos, dicharachera en otros, siempre punzante. Con Las Tesmoforias (su estreno de este 2017), los chicos del taller además se apuntaron a hablar de igualdad de género, del papel de la mujer en la sociedad, de travestismo y transexualidad, del poder de la literatura para cambiar el mundo y de muchas más cosas con el marchamo humorístico del comediógrafo ateniense. Aristófanes usa este texto para desmontar y atacar a su más acérrimo rival, el poeta trágico Eurípides, que siempre caracterizaba a las mujeres en sus obras de locas, histéricas y origen de todos los males de la sociedad del momento. La comedia arroja luz sobre el decisivo papel femenino en la Grecia clásica y lo hace mediante la sonora crítica de la obra de Eurípides, el ataque más despiadado y mordaz a sus textos y poniendo en marcha la maquinaria cómica propia del opus de Aristófanes.
Sobre el escenario, el montaje de los chicos del Taller de Teatro Grecolatino hizo honores al texto de partida. Una adaptación del original portentosa que solventó los problemas de entendimiento que pudieran surgir entre el personal asistente al Teatro Moderno de Chiclana y que ayudó a una puesta en escena dinámica, sorprendente por briosa y que supo intercalar los momentos más cómicos con los que exigían una pausa para dejar en el aire el mensaje de fondo de Las Tesmoforias, esa asamblea de mujeres en la que se juzga el papel de Eurípides como "enemigo" del papel de la mujer en la sociedad. Los integrantes del Taller de Teatro Grecolatino (todos los años va cambiando el plantel en mayor o menor medida), trabajaron desde el texto hasta el vestuario, pasando por la escenografía y las partes musicales, que también las hubo. Los coordinadores son meros conductores, nunca protagonistas, a diferencia de otras propuestas que pretenden ser similares.
Las caras de satisfacción al terminar la función demuestran que Aristófanes venció. Que la comedia gana, que el teatro triunfa, que este taller de chavales es un puro tesoro y que el púlpito de oradores, coto vedado a los hombres, pertenece a esas mujeres de palabras tomar que poblaron el glorioso montaje de Las Tesmoforias trabajado por ese Taller de Teatro Grecolatino que no podemos perder.
Fotos: @zuhmalheur
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