Leonor |
El ser humano es especial. Le gusta el morbo. Ambiciona ver en pantalla los éxitos pero sobre todo, los fracasos del prójimo y si todo se acompaña de alharacas, ruido mediático, discusiones sin sentido y gritos, muchos gritos, mejor. That's entertainment!, que decían los yankees. Y así estamos, en un país donde el bochorno ajeno es vendido como producto de uso masivo para varios millones de españoles que quedan anestesiados gracias a la labor de la caja tonta. Siempre nos quedarán otros canales para aprender, para asombrarnos con la realidad que nos rodea, pero a esas horas estamos echando la siesta.
Paula Bragas, posando para el fotógrafo |
La Cía. Milagros nos trajo hace unos días a las tablas del Teatro Moderno una radiografía apasionada y cómica de todo este inframundo. Un príncipe para Leonor, escarnio de este tipo de reality shows a ritmo de comedia loca y desenfrenada, sirvió de catalizador a una noche en la que brillaron de forma absoluta los personajes. Bien caracterizados, perfectamente ensamblados en la historia y con una buena sincronización en escena, los personajes de esa presentadora con pocas luces pero mucha mala baba y esa pánfila candidata a casadera que al final demuestra más luces que cualquiera, son los verdaderos pilares sobre los que se asienta una historia sencilla que cumple perfectamente con su función: farsa, denuncia y divertimento. Sonia Astacio y Carolina Montoya se meten en la piel de unos personajes que tiran de la comedia del absurdo y se muestran desaforados, extremos y exagerados hasta el punto que son espejos donde mirarnos y descubrir todo lo malo que ofrecemos como especie.
El humor es la clave. El humor es la chispa con lo que todo empieza a funcionar en este último montaje de la compañía sevillana que da en la diana con un definición exacta de lo que es la sociedad española en su conjunto: una sociedad a la que le gusta explotar a cierta caterva de personajes para puro gozo del resto. Esto lo hacían los romanos hace dos mil años con leones en el Circo Máximo. Hoy, solo es necesario encender la tele. Afortunadamente, aún nos queda el teatro para reflejar nuestras miserias.
Pero no importa; se sigue vendiendo la idea de una educación que no lo es. Hay que "formar" ciudadanos que no piensen. El pueblo, cuanto más inculto, más manipulable.
ResponderEliminarSiempre nos quedará el teatro, amigo. Un saludo.
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