Versión monocromo
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Furia Trinidad, la guinda del festival |
Apostada en primera fila del concierto, se balanceaba cadenciosamente mientras movía al compás la cabeza azuzada por el rock transgresor y fronterizo de Furia Trinidad. De vez en cuando regalaba una mirada hacia su esposo que estaba escorado en una esquina, manos atrás, mirando con una sonrisa de felicidad cómo su mujer, la mujer vestida de verde a la que había querido todos esos años, se divertía con una música que no le pertenecía. Él, que no se veía con ganas (o con fuerzas) de participar en la alquimia sonora de los portuenses, sonreía satisfecho porque su chica se mostraba feliz en la noche gaditana.
El rock and roll tiene estas cosas. Es la comunión perfecta entre cuerpo y alma. La curación de todos los males, la transmisión del buen rollo y de la felicidad. Unas cuantas notas, un buen punteo, un
riff certero y el postrero aullido del cantante (en este caso, los de Goli Supersummer,
frontman de Furia Trinidad), son los ingredientes concretos con los que fundar nuestra alquimia, con los que conseguir el efecto deseado. Todo se suma y a los pocos minutos estamos hipnotizados, bailando como la mujer de verde, en pleno trance, en mayestático gozo.
Buscábamos en la quinta edición del No Sin Música, el festival de Cádiz, aquel que ha sabido crecer de forma progresiva y cauta, una confirmación: la de la sabia elección de artistas en los tres días de celebración mística del rock. En los cuatro pases anteriores, ha sido una tónica definitoria del evento que comenzó en el colegio de San Felipe Neri para desembocar en el Muelle y parecía que el primer lustro de su historia no se iba a clausurar con una disminución del nivel. La organización apostó sobre seguro: viejos conocidos como Rosendo y Amaral, promesas efervescentes en el escenario del Tricentenario (donde se vivieron momentos fantásticos) y realidades consolidadas en el panorama rockero nacional como Iván Ferreiro o Lori Meyers.
Y por fin, hemos encontrado la razón de ser de este festival entre tanto marasmo de iniciativas similares en los que solo cambia el nombre, puesto que poco más pueden ofrecer: la amalgama de estilos. Rock en distintas vertientes: desde el más popero al más tradicional y arraigado a las raíces, pasando por propuestas sonoras que derivaron en más de un éxtasis del personal asistente, que por cierto, fue mucho, señal de la buena salud del No Sin Música y de que las cosas se están haciendo bien.
LEONES RAMPANTES
Con diez segundos sabíamos que iban a ser una de las sensaciones del fin de semana. León Benavente arrasan en directo, elevando el listón del sonido que emiten empaquetado en sus discos. Son otros, suenan como otros, como zeppelines de plomo arrolladores auspiciados por el carisma de Abraham Boba, su cantante. El de ellos es un show eléctrico asentado en una marca sonora espectacular que queda indeleble en un público que se entrega desde el minuto uno. Letras ácidas, repletas de poesía urbana y que buscan huir de simbolismos, un arquetipo tan
indie que hace que León Benavente deje de estar catalogado inmediatamente como tal.
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León Benavente |
Sensaciones eléctricas también nos depararon dos bandas del escenario Tricentenario. Ambas con estilos definidos, clásicos pero que fueron los primeros en avisar que en ese emplazamiento se iban a vivir emociones fuertes. Rock garajero, bonito de escuchar, de atinada viveza el de Sex Museum y sonidos acrisolados, pegados a la tierra, entre el tango, el rock y el folk de El Twanguero, un músico tan excelso como (desgraciadamente) desconocido. Y es que uno solo de sus
fingerpicking equivale a carreras enteras de algunas estrellas firmadas por multinacionales. Ambos conciertos pecaron de lo mismo: fueron cortos para nuestro antojo.
Con Iván Ferreiro se apuesta a ganador. El gallego es un auténtico profesional de la escena y en esta gira de presentación de
Casa, su último trabajo, cuenta con una banda maravillosa y solvente. Iván es detallista, perfeccionista y ama que el directo transfiera el espíritu de sus álbumes de estudio. Es un espectáculo que toca la fibra sensible del espectador, que busca la conexión física y química con el oyente y que rebusca en el alma de cada uno de los que asistimos a sus conciertos. En definitiva, Iván es un romántico empedernido, aunque no lo aparente y nosotros quedamos prendados de su sutileza, de su ética y de su épica desde el primer momento en que pisa el escenario hasta el lastimoso momento en que lanza ese triste verso... "y digámonos adiós...".
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El universo sobre Amaral |
Un hola gigantesco le dimos a quien es historia del No Sin Música por derecho propio. Eva y Juan. Amaral. Potentes, descarnados, estrellas aunque haya pasado el furor y la presencia en medios de hace diez años. Una carrera más reposada, un acertado acercamiento intimista en
Nocturnal, aunque en directo son la banda resolutiva que hace honor a su cartel de favoritos del público. Su show fue dinámico, centelleante, sin dejar atisbo al descanso y la presencia de Eva es lo más similar a un huracán que puede haber sobre un escenario. Otra gran profesional que busca la conexión permanente con la audiencia. Amaral lo logra. Es contar con un seguro de vida en cualquier evento. Por eso vuelven, ahora más veteranos, más experimentados, igual de impactantes que el primer día.
La primera noche deparó destellos de impresión en bandas como Sidonie, bien pertrechados en un show bien calculado y perfectamente ejecutado o en la eficacia de El Kanka.
DÉJAME QUE BAILE PARA TI
El día del rock. Un surtido de artistas empeñados en demostrar la vigencia de un estilo, de un modo de vida. Promesas en ciernes como Rocknrolla o Guillermo Alvah y Los Predicadores. Lobos con muchos tiros dados como Los Zigarros o Quique González e instituciones como Rosendo. Para acompañarles, gente como Pájaro, Mario Díaz o MClan. Se coló en la fiesta rockera El Langui, que aunó el
flow de Pan Bendito
con sonidos más comerciales y que gustó al personal.
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Arriba: Mario Díaz
Abajo: MClan |
Contratar a Quique González (en esta ocasión con la espalda cubierta por Los Detectives) es sinónimo de tranquilidad. De contar con un músico de excepción que hace soñar incluso al neófito en su ya larga carrera. Lo mismo podríamos decir de MClan, que firmaron un buen show... a secas. Gran ritmo de inicio pero que fue perdiendo fuelle en una parte central del concierto demasiado tranquila para lo que se presupone a una banda de corte rockero. Eso sí, el final fue hacia arriba con el colofón (y el acompañamiento de Los Zigarros) de ese himno que es
Concierto salvaje. El dinamismo, el ritmo... ese pecado que ni en teatro ni en la música se puede uno permitir el lujo de cometer.
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Rosendo |
Pero para ritmo y tablas los de Rosendo. El de Carabanchel es patrimonio nacional. Demostró que él solo necesita su guitarra para montar un jolgorio de categoría. Sigue sacando discos, humildes, honestos y cañeros y en directo se muestra tal y como es. Sonidos sencillos, distorsión a tope, volumen al máximo y la voz convertida en aullido en aquellos himnos que calan entre la gente.
Flojos de pantalón, Masculino singular, No dudaría, Agradecido y el colofón espléndido del recuerdo a Leño con
Maneras de vivir. Fueron los 80 de nuevo, los 80 más golfos, más comprometidos con la sociedad y con la música. Algo con lo que Taburete (!), el grupito del niño de Bárcenas, jamás podrá soñar. Porque Rosendo solo hay uno y es patrimonio de todos.
EL RUIDO Y LA FURIA
Sonaban espléndidos los sevillanos Full cuando llegábamos al recinto portuario prestos a vivir una noche intensa... Pero no sabíamos que íbamos a vivir una de las grandes jornadas del No Sin Música en sus cinco años de vida. Nos pusieron sobre aviso Ángel y Aurora, integrantes de
Random Thinking, una de las grandes revelaciones musicales de los últimos años. Se nos hizo corto, muy corto el concierto de un dúo que mezcla con tesón y sabiduría folk, blues, pop y rock con unas letras bien trabajadas. La sencillez encumbrada a niveles sonoros de gran calado. Lo dicho, tan corto se nos hizo que ya tenemos ganas de verlos de nuevo.
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Arriba: Random Thinking
Abajo: Integrantes de Depedro |
Buscamos más sensaciones fuertes cuando la tarde iba cayendo. Y Depedro dio con la clave. De menos a más fue su trabajo sobre el escenario principal. Un concierto convertido en ritual del rock, efectivo, sin alharacas ni poses, pero con un gusto esencial por el buen trato en directo al material de partida del músico madrileño. Envolviendo con cariño su vieja guitarra acústica, Jairo Zavala (
alter ego de Depedro) da una clase soberana de qué debe ser la música: trabajo, dedicación, paciencia y saber colocar el producto. Vestigios americanos en la música, letras cercanas, un cóctel del que es imposible no enamorarse.
Nubes de papel, Como el viento... Temas donde demuestra la sapiencia que ha ido atesorando en sus múltiples viajes sonoros, algunos de ellos acompañando a Calexico...
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Lori Meyers haciéndonos sudar |
¡Ah, Calexico! Establecemos nexo de unión entre Depedro y Furia Trinidad a través de la banda liderada por Joey Burns y John Convertino. Porque ambos han trabajado con los de Arizona y porque también son deudores de un sonido fronterizo, americano, desértico y rabioso. Precisamente, el ratito que compartimos con Furia Trinidad es lo mejor que vimos en el No Sin Música 2017. Qué corto se nos hizo, qué maravilloso el esfuerzo de la banda portuense sobre un escenario al que poco a poco se fueron acercando acólitos del rock, fieles de la distorsión, creyentes en la palabra propagada por
She and the sunshine, segundo largo de Furia Trinidad. Ya decíamos en nuestra
previa que teníamos muchas ganas de presenciar la comunión entre artista y público y no nos equivocamos. Una experiencia bestial, trepidante y contagiosa. La música de Furia Trinidad, tomando retazos de
grunge, de rock garajero, de post rock, huele a triunfo, a majestad. Tuvimos irremediablemente que ponernos de rodillas y saludar a nuestros nuevos apóstoles de la buena nueva del rock.
Por mantenernos en tensión también hicieron lo suyo los gaditanos Detergente Líquido (qué bien sonaron, oiga) y The Grooves, madrileñas que aunaron clase con potencia para depararnos un producto muy controlado, muy medido y del que aún estamos relamiéndonos. Otra banda a seguir con atención.
Y para el final dejamos a los tres cabezas de cartel de la última jornada...
Miss Cafeina envuelven un producto bonito, bien estructurado y bien trabajado aunque adolecen de riesgo. Gustan, son resolutivos en escena y enganchan con el público pero hay demasiados peces similares en el estanque.
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Alberto Jiménez de Miss Cafeina |
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Coque Malla |
Coque Malla es otro currante de la escena. Su show mantuvo un perfil muy estable durante la hora y algo de duración. Rock y pop bien engarzado, que se deja escuchar bien y que estimuló lo suficiente al personal tanto como para saber que no podemos vivir sin Lori Meyers. Los de Loja pusieron la pica en el Puerto de Cádiz y salvo un momentín en que quizás se pasaron de solemnidad, convirtieron Cádiz en una fiesta. Primero con una puesta de escena apabullante, tanto como lo es
En la espiral, su último trabajo. Se nota la evolución, se nota el gusto por sonidos más progresivos, por letras enjundiosas. El resultado en vivo es espectacular en su traslación visual y sonora. Puro goce para los sentidos. La segunda parte del concierto se transformó en una gran fiesta a lomos de los himnos de los granadinos.
Emborracharme,
Mi realidad o
Alta fidelidad sonaron épicos, tremendos y catárquicos bajo el manto estrellado de Cádiz.
Una noche, la del fin de fiesta del No Sin Música, que vio bailar a la mujer de verde. Empezó con Depedro, terminó con Lori Meyers y supo disfrutar de la música con la locura de Furia Trinidad. Al final, ella y él se echaron un bailecito. No recuerdo qué canción sonaba. Solo veía la felicidad en sus rostros. A veces sueño en ser como ellos.
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La mujer de verde |
Fotos:
@zuhmalheur
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