Viendo pasar los momentos
que componen un día monótono
desperdicias y consumes las horas
de un modo indecoroso...
El tiempo discurre. Pasa con alboroto cuando en una cascarita de nuez, el héroe, acompañado de su fiel compañero, ve pasar la vida. El entorno es agreste, desconocido y los visitantes también lo serán para el ilustre hidalgo desprovisto de su rocín y embarcado en una patera que surca mares ignotos. El tiempo pasa para algunos, pero no para todos pasa igual. Algunos lo viven bien, despreocupados de problemas. Otros necesitan una mano amiga que les socorra puesto que bien bien, no están bien. Ahí están tanto Don Quijote como Sancho (magníficos Javier Berger y Juanfra Juárez), prestos a capear el temporal si las aguas no andan mansas. Por esos mares, donde tiene lugar Don Quijote en la patera (producción de Teatro Clásico de Sevilla) pululan personajes variopintos cabalgando el léxico y los pasajes cervantinos que funden a la perfección con el humor y la denuncia social al vaivén de la patera. Javier Centeno se transmuta en el cangrejo Salustiano, en Mohammed el moro que te vende a tu madre y otros caracteres más que plasman realidades divertidas a los ojos de un niño y brutales a los del adulto. Todo se transmuta con suavidad y humor. Ahí está la pluma templada y a la vez certera de Alfonso Zurro, autor del texto sobre el que Antonio Campos ha construido una fábula de rabiosa actualidad y de necesaria revisión. El medio ambiente, la crisis de refugiados, el miedo a "lo otro", el derribar muros simbólicos... Todo está ahí, reducido a una hora de montaje vivo, fresco, divertido y esencial para comprendernos a nosotros mismos. Ay, don Miguel, ay Cervantes, ¡cuánto te seguimos debiendo!
El tiempo también pasa en la siguiente propuesta que vimos en escaso margen de días. Por cierto, hago un inciso para volver a reclamar soluciones en el Teatro Moderno. Muy poca gente en la representación de La grieta, entre animales salvajes, alabado y premiado texto de Gracia Morales y Juan Alberto Salvatierra, que concitó el interés de muy escaso público a pesar de lo interesante de la propuesta. Que los gestores de la cultura chiclanera le den unas cuantas vueltas. Tiempo no tienen...
Tiempo angosto, duro, afilado, del que corta la respiración. La grieta, entre animales salvajes, nos presenta una acción parcelada, acotada y preñada de flashbacks para hablarnos de segundas oportunidades. Porque los instintos llevan al ser humano a cometer imbecilidades pero si hubiese una nueva oportunidad de redimirnos, las circunstancias podrían ser distintas. Nuevo planteamiento, nueva vida, nuevo tiempo. A modo de deus ex machina, los autores llevan a los protagonistas hasta situaciones límite para reconducirlos por una nueva senda, donde el tiempo les da nuevas herramientas. Lo aterrador de todo es que el ser humano es tan ignorante, tan imbécil que siempre vemos latente que el hombre sigue siendo un lobo para el hombre. Quizás el hombre es el animal salvaje.
Potente puesta en escena la de Remiendo Teatro en este texto dirigido por Julio Fraga y con las solventes interpretaciones de Larisa Ramos, Antonio Ramos y Piñaki Gómez. Una pieza donde precisamente los tres baluartes actorales son los pilares sobre los que se soporta la tensión, el drama latente y los miedos a los que todos estamos sometidos como puros animales. Lo que en realidad somos.
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