La Copla de Portocarrero, estrenada hace unos meses en la villa natal del autor (Palma del Río, Córdoba), ha sido recuperada por Gari León que tras un incesante trabajo de investigación ha dado con la compañía perfecta para llevar a escena los delirios de los enamorados corteses que narra la trama. Arrempuja Teatro cumple con perfección prusiana el encargo de levantar casi un imposible. Porque no es nada fácil dar carnalidad, presencia y sensación de narración un mero diálogo literario en el que una y otra vez se vuelve al mismo punto. Digno de aplauso por tanto la labor de director y de actores por armar un edificio dotándolo de rasgos propios y definitorios, como por ejemplo el uso de la música, que despojó de solemnidad vacua al texto y lo dotó de cierta ligereza, así como la escena del ajedrez, que mediante el uso de un tablero a tamaño gigante supo ser el reverso perfecto del diálogo amoroso que sostenían los contendientes... perdón, los amantes. Una gran idea que facilitó la comprensión de un texto que a pesar de ser castellano, dista mucho de la jerga usada por el ciudadano de hoy en día.
Tiene algo de suicida la Copla de Portocarrero para Arrempuja, porque temerario es acometer un texto de tal calibre y poder salir del envite con la cabeza alta por lo bien trabajada que está la situación planteada. Los intérpretes estuvieron acertados en todo momento y cómodos en sus ropajes actorales. Nada fácil por cierto por la escasez de referentes en el género. La dirección de escena acertó con las soluciones que planteaba con anterioridad y que hicieron mucho más llevadero un texto que es avanzadilla de lo que vendría unos años más tarde y el público así lo agradeció. Más que teatro, una labor investigadora que Arrempuja puede atesorar como propia porque atreverse con la Copla de Portocarrero han demostrado que para esto del teatro no son nada bobos.
Foto: @zuhmalheur
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