Voz pausada y certero mensaje. Eduardo Galeano nos contó historias, cuentos, relatos, y todos asistimos atónitos a las verdades (una de tantas), que el portavoz de los desarraigados y vocero de la infamia cometida en Latinoamérica, nos ofreció esta semana en la charla que mantuvo con los asistentes al Teatro Moderno. Un gran acierto de la Fundación Fernando Quiñones. Otro más.
Galeano entrevistando al guerrillero César Montes en la selva guatemalteca, a fines de los sesenta. |
Sobre memoria y desmemoria quería hablar el uruguayo. Lo hizo como mejor sabe: contando, relatando, susurrando, inoculando en el auditorio las palabras que luchan contra la anestesia de la globalización. "No tengo la menor idea de lo que escribo", dijo. No importa. Lo que hablas, Eduardo, permanece marcado a fuego. Para luchar contra la gente con pensamientos de color del agua, el "doctor" Galeano nos recetó tirar de la memoria. Más claro, agua, cuando dijo eso de "si la felicidad perfecta es no tener memoria, yo no quiero ser feliz".
(Des)memorias varias las que ilustró a través de pequeños relatos que asaetean las conciencias dormidas del Primer Mundo. Memoria comprada, prohibida, vaciada, olvidada, pesada, quemada, resurrecta (que maravilloso el relato de Tupac Amaru y de su resurrección dos siglos después). Sigo... Memoria viva, sumergida, pintada, cantada, viajera, celebrada... De esto y de más llena sus páginas Galeano en su ya larga lista de obras. Acudan a ellas, sumérjanse en esos mundos de los que habla. Tan lejos y tan cerca.
El hombre y la Naturaleza (así en mayúsculas), son uno y dúo, dice Galeano. "Ella viene a decirnos que la tratemos con cariño, que somos parte suya. Está claro que la Naturaleza es para algunos un bostáculo para el progreso, pero no la asesinemos", solicitó este humanista, que también hizo una defensa cerrada del indigenismo afirmando que no cree que se haya acabado. "Por suerte las culturas indígenas no se han perdido. Esas culturas, las más americanas de todas, han sabido sobrevivir en muchos casos, a la desculturalización a la que han sido sometidas por diversas colonizaciones", explicaba Eduardo Galeano, mientras que resaltaba que constituciones como la de Ecuador "recuperan la cultura indígena, esa que defiende la comunión entre tradición y Naturaleza. Por mucho que hayan hecho por romper su memoria, esas culturas siguen vivas".
El fondo de la cuestión desgranada en hora larga de conversación, estaba claro. Galeano lo explicaba diciendo que "todos deberíamos celebrar que la memoria sigue aún viva". Gran botín el que debemos atesorar con cuidado y pericia ante injerencias de desmemoriados. Como hicieron aquellos que bajo el disfraz del Descubrimiento, invadieron un continente. Galeano piensa que "el problema de esa conquista de América fue que quisieron imponer una verdad única". Y ese recordatorio de la Historia de unos y otros, le sirvió al escritor uruguayo para recordar que "los países norteños tienen complejo de maestra, al querer decidir quién va por buen camino y quién no".
Recordó también Galeano a sus amigos de la Teología de la Liberación de quienes cree que "yerran al querer ser la voz de los que no la tienen. Todos tenemos voz, pero para no ser mudos hay que empezar por no ser sordos". El valor de escuchar, por obra y gracia de un Galeano que se quejó de que "hemos sido mutilados por los ismos como el racismo, el machismo... Debemos saber que estamos condenados a una infamia perpetua".
Se fue el uruguayo con la marcada sensación de habernos llenado el alma de aquellas voces que gritan como una en busca de la memoria perdida.
Un humanista al rescate de la "América secuestrada
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